Algunos dicen que no existen, que es un imposible político, que son una de las tantas mentiras de las redes sociales. Existen, sí que existen, aunque a veces yo quisiera que no fuera así.
Andan por la sede de #FirmoPorOrdóñez con sus tenis detestables, sus carcajadas insolentes y altisonantes, sus anteojos “hípster” y su despreocupada y arrogante actitud “millennial». ¡Ya no sé ni qué escribo!
Andan por las regiones motivando la algarabía, en los actos públicos hacen arengas. Hablan sin filtros con Alejandro Ordóñez y le comparten su visión de país, su coincidencia, su admiración, su preocupación por lo que está pasando en Colombia, sus trinos, sus posts, sus propuestas para que en el país del pasado y el del futuro confluyan acciones reales. Alejandro Ordóñez los escucha, los guía, aprende de ellos.
Cada vez son más y eso me alarma. Ordóñez tiene la culpa y un día de estos le voy a hacer la reclamación formal. Se están multiplicando porque él se siente cómodo con ellos, porque ellos se sienten cómodos con él.
Estos “culicagodos” le hablan de tú al ex Procurador General de la Nación y precandidato presidencial. ¡Indignación!, algunos lo llaman Alejandro. Infiero, solamente infiero, que mi jefe, excepto cuando está con su familia, se siente feliz junto a ellos como con ningún otro. Su reiterada sonrisa así lo señala.
Eso sí: los jóvenes de Ordóñez, los “aletosos” jóvenes de Ordóñez, creen en esto como nadie. Perdón por repetirme, pero creen como solo puede creer un joven. Su corazón, su fe, su coherencia ideológica, su fe en la causa, su amor a la familia, su trabajo diario y desinteresado son motivos suficientes para que yo, que ya soy un viejo, haya aprendido a tolerarlos. ¡Puñeta!, debo reconocer que hasta cariño les tengo.
A mí también me visitan en la oficina de vez en vez. Andrea, una de las que más aprecio, pasó hace unas semanas justo en medio de una de las tantas “crisis” que enfrentamos. Ignoró mi cara de 38 largo, se inventó una sonrisa de oreja a oreja y me abrazó. Musitó un “TODO VA A SALIR BIEN” mayúsculo y se largó con sus tenis detestables y su obra de caridad realizada.
Fue el día en que entendí que vamos a ganar. Los tenemos a ellos.
Andrea, Santiago, Fernanda, Sergio, María Fernanda, Angélica, Daniela, David y los miles que andan por Colombia. Quisiera tener 20 años menos y ser tan “aletoso” como ustedes.
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