Por estos días de tanto vaivén político y tristemente sorprendida por la cantidad de personas desilusionadas de la política, decidí escribir este artículo. Quiero empezar diciendo que la corrupción no solo hace parte de la esfera política y aunque es muy común en este gremio, esta hace parte, algunas veces, hasta de nuestras vidas cotidianas. La corrupción es como la droga, si no hay consumidores, no hay vendedores.
Para esta época es muy común ver muchachos trabajando gratis con la ilusión de que su candidato político sea electo en algún puesto de influencia y ellos puedan trabajar, esta vez, eso sí, con sueldo remunerado. Lo cual no está mal puesto que su trabajo, en principio gratis, debería tener una recompensa, sin embargo, el asunto cambia cuando estos muchachos son utilizados por los antiguos políticos que «sí saben cómo se mueve la cosa», y en vez de ser un voluntario de promoción de ideas terminan pagando a la ciudadanía veinte mil, cincuenta mil, etc, por «el votico».
Es claro que el político que ve la necesidad de comprar el voto de sus electores, no tiene ninguna buena intención de legislar para los más necesitados, o de promover proyectos de tecnología e innovación en el país, ni de fortalecer el crecimiento económico de las regiones, evidentemente tendrá que devolver de alguna manera a sus bolsillos el dinero que invirtió en su campaña. Ya sea por contratos, por negocios o adjudicaciones. Y eso sí ahorrar, durante su periodo como congresista, los doscientos o trescientos millones que le costará su campaña de reelección dentro de cuatro años. Esto es un retrato bien conocido para todos los colombianos, que se ha repetido una y otra vez, específicamente en las elecciones de Senado y Cámara.
Sin embargo, veo sorprendida como el ciudadano se queja todo el tiempo de esta situación, eso no quiere decir que esté a favor de las prácticas corruptas o que quiera que la ciudadanía no muestre su inconformidad ante este escenario tan desalentador. Cuando digo sorprendida es porque creo que no toda la culpa termina siendo de los candidatos a Congresistas. El problema de la corrupción envuelve tanto al ciudadano que recibe dinero como al candidato que compra votos, es decir, si hipotéticamente no hubiera en Colombia alguien que recibiera veinte mil, cincuenta mil o cualquier otro dinero por su voto, a los políticos no les quedaría otra opción que luchar con ideas y no con dinero.
Pero lamentablemente ese no es el caso, ya que la excusa para recibir dinero de políticos corruptos siempre será la misma, «es que Colombia es un país muy pobre»; «es que la gente que recibe el dinero lo necesita», etc, en ese sentido siempre existirán excusas para el político también. Como sociedad no podemos excusar al ciudadano por el hecho de ser pobre y crucificar al político por el hecho de ser rico, corrupción es corrupción independientemente de donde venga. De manera que el ciudadano que recibe dinero por su voto termina siendo tan corrupto como el candidato, la diferencia es que uno es pobre y el otro es rico.
Pero, ¿cómo erradicar los ciclos de corrupción repetitivos?,
- No aceptando ninguna clase de bien material por el voto, el voto es una expresión de la opinión, tan personal que no debería ser comprado por nadie.
- Denunciando socialmente a cualquier ciudadano que acepte estas prebendas. Esto no es una fórmula mágica, sin embargo, si cada uno de los ciudadanos tomamos conciencia de que el problema no solo es del político, sino que dentro de la cadena de corrupción también hace parte la ciudadanía, disminuiría el problema.
No esperemos que nuestros políticos dejen de ser corruptos cuando nosotros como ciudadanos promovemos o reproducimos prácticas de corrupción.
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