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Daniela Niño
Por: Daniela Niño

A los colombianos nos gusta que nos roben. Está en nuestras venas y cultura. Es el pan de cada día. Si esto es así, ¿por qué nos extrañamos con la cantidad de votos que obtuvo la consulta anticorrupción?

Le echamos la culpa a los altos funcionarios de los actos corruptos, usando expresiones como: “se roban el dinero” o “se aprovechan del poder”. Sin embargo, no miramos qué sucede al interior de nuestros comportamientos. En verdad, ¿solo es culpa de ellos o también es culpa de nosotros como sociedad?

Analizando las conductas de los colombianos, se concluye que hay un problema moral y ético. Sin ir muy lejos, un claro ejemplo, es la cantidad de usuarios que ingresan a Transmilenio evadiendo el pago del pasaje, son aproximadamente 38.000 personas que diariamente se cuelan en el sistema (Fuente Caracol Radio).

Otros comportamientos frecuentes son: intentar sobornar a los funcionarios públicos (policías, fiscales, jueces…), comprar o divulgar piratería, rechazar al diferente (sea por raza, sexo, condición física, clase social…), pasar por encima de los demás o cobrar precios elevados por productos y servicios. Los hurtos en el transporte público, el atraco en la calle y el cosquilleo son otro índice que preocupa. Nos estamos comportando igual o peor que los “corruptos” que nos representan.

Al aceptar estos comportamientos en nuestra cotidianidad, estamos dando paso a los grandes actos de corrupción que ocurren en el país: los altos salarios de los funcionarios, que tengan más de tres periodos en corporaciones públicas, la contratación a dedo, el saqueo de los recursos públicos, que los corruptos puedan ejercer cargos con el Estado…

Estamos acostumbrados a vivir así. Parece que nos gustara que la corrupción sea el factor común en nuestra sociedad. Por eso, nos cuesta rechazarla y admitir que la solución puede estar en nuestras propias manos. Como es el caso de la Consulta Anticorrupción, un mecanismo de participación ciudadana que nos permitía dar el primer paso para acabar con esta pandemia.

Es claro que los 11 millones de colombianos que salimos a las urnas queremos que esto cambie. Sin embargo ¿Qué sucedió con los 24’749,606 de personas restantes? ¿Por qué no votaron? No importaba si iban por el “Sí” o por el “No”, lo importante era salir a votar y dejar marcada la postura en el tarjetón.

El votar o no votar también es una forma de dejarse corromper, según la perspectiva de cada persona. Sin embargo, la realidad es que muchos han salido a votar por los incentivos que da el Estado. Como sucedió en las elecciones presidenciales. Los beneficios a los cuales se accedían por tener el certificado electoral motivaron a los ciudadanos: descanso remunerado, descuentos en las matrículas, descuento en el pasaporte, becas educativas… A muchos les llamaba más la atención el medio día de descanso, que las elecciones como tal. Como esta vez no se concedió ninguna ventaja, los ciudadanos se quedaron en casa. Eso da tristeza.

Otros de los motivos por los cuales la gente sale a las urnas es la venta de votos. Los candidatos en sus campañas ofrecen “el tamal” y “la lechona”, como manera de comprar a los posibles votantes, quienes se dejan persuadir de la estrategia política manchada de corrupción. Como en esta consulta no había “un tamal por un voto”, la gente no salió a votar.

De una u otra manera estamos demostrando que la corrupción es culpa de nosotros, de nuestros actos, de la manera como nos comportamos frente a las situaciones. Debemos tomar consciencia que si seguimos así es muy difícil progresar como país. Definitivamente, como sociedad damos mal ejemplo.

La principal solución está en la familia. Como núcleo de la sociedad debe formar personas de bien, con principios y valores éticos, así construir un país fuerte y lleno de personas que luchan por el bien común.

Twitter: @Ninodaniela1

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