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Por: Laura Medina Ruiz

Esa que lleva años contagiando mentes, corazones y almas en nuestro país. Esa que ha dejado imborrables huellas de dolor en nuestra historia, esa que sin importar cuál sea la circunstancia, siempre hace mucho daño.

El covid-19 se ha llevado la vida de más de 50 mil colombianos, entre esos el Ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo García, a quien tuve el honor de conocer. No se equivocan al llamarlo el “caballero de la política”, hombre recto con entrega absoluta por el servicio a la patria.

Más allá de llegar a ser ministro de Defensa, el cargo que él mismo calificó como el mayor honor de su vida, era una persona, una persona con una familia, con una esposa que siempre estuvo a su lado como su mayor soporte, bastón y amor, con unos hijos, con unos nietos, con unos amigos, con unos compañeros de lucha, de sacrificio, de trabajo y de entrega.

Es comprensible que quienes no lo hayan conocido no sientan dolor por su muerte, sería mucho pedirles, lo único que no es comprensible es cómo se convierten en difusores de odio, de venganza, de bajeza, de podredumbre humana. Desear y celebrar la muerte es inhumano y cruel no solo por el ministro quien descansa ahora en santa gloria, sino por su familia y seres queridos.

No obviemos el dolor de los colombianos, no importa que cargo tengan, no importa a qué orilla política pertenezcan, no importa cuál sea su condición, lo que importa es que llevamos en la espalda un dolor prolongado producto de todas las desavenencias en la historia de Colombia, por eso no podemos permitir que una pandemia profundice ese dolor.

Rompamos la cadena de contagio de odio, ese que no deja vernos como lo que somos al final de cuentas: SERES HUMANOS.

@LauraMedinaRuiz

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