Imagínense un universo paralelo donde toda Colombia estuviese orgullosamente a la expectativa de las elecciones para las Circunscripciones Transitorias Especiales de Paz (CITREP).
Imaginen, además, que allí la carrera por las legislativas no eclipsa ni se funde con las candidaturas a dichas curules, y que la carga histórica de estas últimas se respeta, pues los colombianos, aferrados a las esperanzas del Acuerdo, exigen control y garantías suficientes para poder tener una representación legítima de las víctimas del conflicto en el Congreso.
Digo imagínese porque, para pena y vergüenza nuestra, en esta línea temporal eso no está pasando.
La reglamentación estipula que solo están habilitadas para votar las zonas rurales de las 16 circunscripciones que se crearon. Sin embargo, según la Misión de Observación Electoral, del 13 de marzo del 2021 al 13 de enero de este año, “el 36.7% de los hechos violentos presentados en territorios CITREP fueron en zonas rurales”.
Pongamos por caso lo que sucede en Guapi, Cauca, donde desde diciembre, a raíz de los enfrentamientos entre las disidencias de las Farc Vs. la Segunda Marquetalia y el ELN, los asesinatos y desplazamientos se han incrementado:
“Para el 13 de marzo estamos contra la espada y la pared: si permanecemos en la ciudad, nos toca ver cómo se nos pierde la curul porque no podemos votar, y si regresamos al campo, nos pueden asesinar”, explica un líder social de la zona.
A pesar de ser la primera vez que se realizan, la desatención hacia las Curules de Paz es bastante notoria. Lo único que pueden hacer los candidatos es rogar que los medios de comunicación amplifiquen las denuncias para presionar al gobierno a que tome cartas en el asunto.
Dicen que “soldado avisado no muere en guerra”, pero aquí, si aún después de las advertencias no se hace nada, el mensaje que estamos mandando es que preferimos contar los muertos.
Por otro lado, como los candidatos a las CITREP se están postulando a un cargo público, deben cumplir con ciertos requisitos y ceñirse a la reglamentación establecida en el Acto Legislativo 02 del 25 de agosto de 2021. Ese Acto, aunque regule las candidaturas, no los exime de caer en corrupción y malas prácticas.
El Artículo 6°, por ejemplo, estipula que ni ellos ni sus listas pueden hacer “alianzas, coaliciones o acuerdos con candidatos o lista inscritas para las Circunscripciones ordinarias para la Cámara de Representantes”.
Uno quisiera creer que al tratarse de un tema tan delicado como la paz, eso no pasaría. Pero como al final termina dependiendo de la ética de cada candidato, a veces, cuando priman los intereses personales o algún político importante ofrece su apadrinamiento, el espíritu de la curul se desvanece.
Lo que ocurre en Nariño es una muestra de ello; allí, el candidato Jerson Lisímaco aparece en una valla publicitaria junto con Ruth Caicedo y Liliana Benavides, candidatas a la Cámara y al Senado por el Partido Conservador.
Esta alianza, en caso de resultar electo, le haría perder la curul porque, además, hay que sumarle que está recibiendo el apoyo de Neftalí Correa —ex representante y poderoso barón electoral del departamento—, y de María Emilsen Angulo, la actual alcaldesa de Tumaco (y heredera de los votos de Neftalí).
Jerson también protagoniza un versus con otro candidato llamado Jairo Cortés, quien recibe el apoyo de Berner Zambrano, senador del Partido de la U, y de Ever Castillo. Adicional a ellos, Jairo es impulsado por el combo de los que perdieron la pasada alcaldía de Tumaco contra María Emilsen. Ellos, en resumen, están utilizando la paz como estrategia política para quitarse el sinsabor que les dejó la derrota.
“Aquí ya se sabe que esos “títeres de la Paz” se van a quedar con lo que nos pertenece. ¿Usted cree que esto puede dolerle a alguien más tanto como a nosotros, las verdaderas víctimas?”, dice una candidata de Nariño.
Ojalá de aquí al 13 de marzo alguien intervenga porque, de no ser así, el desastre más grande se materializará: las comunidades donde el conflicto sigue en carne viva pagarán los costos más altos de las elecciones mientras los peces gordos aseguran otra silla en el Congreso.
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