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Por: Jorge Vásquez

Faltando poco para saber el resultado de las elecciones y conocer cuál es el próximo presidente de los colombianos, vemos en redes sociales, en medios de comunicación, radio, televisión, entre otros, un debate arcaico que tiene polarizado el país, la mayoría de gente ya está cansada, saturada de tanta información, inclusive se han generado riñas, divisiones en familias, roto relaciones y hasta eliminaciones del Facebook.

Hace 4 años se vislumbraba el mismo panorama, no obstante, se creía después de conocer los resultados electorales, la horrible noche cesaría, sin embargo, vemos que, durante el periodo del actual gobierno, ninguno de los dos bandos o corrientes bajo el tono.

Al parecer, independiente al que gane se seguirá dividendo el país, por un lado, los petristas que no descansan atacan por todos los frentes cualquier competencia posible que tenga Petro, inclusive amenazan con un estallido social, por el otro, la derecha y el empresariado juran recoger maletas para irse del país si el señor Gustavo queda de presidente.

Según la encuesta de valores el WVS – World Values Survey, los países de América latina y caribe tienden a ser más polarizados. En los nueve países de la encuesta, la polarización de los votantes era de 52,5% — el 100% representaría la máxima polarización. Compárese con el promedio de 44,8% en 13 economías avanzadas, incluyendo Estados Unidos (44,5%). Los países como Colombia, Venezuela, México y Brasil son los más polarizados.

Un legado que viene de tradición, desde la época de la colonia se vivía la división entre centralistas y separatistas, luego godos y cachiporros (conservadores y liberales) pasando por la creación de grupos paramilitares y guerrilleros. Hoy esa obscura realidad no es para nada lejana, estamos en extremismo del uribismo y petrismo. dejando una estela de violencia, según los expertos la polarización se incrusta en las sociedades que tienen carencias educativas, económicas y/o de seguridad, pero dicha polarización explota cuando un demagogo utiliza aquellas carencias para sacar réditos políticos.

Es decir, la demagogia enmarca lo público en la culpa que tienen los “otros” de todo lo malo que “nos” pasa, y que no importa cómo lo digamos – o cómo lo diga el líder- porque “es la verdad y punto”. Cuando la demagogia predomina como forma de pensar creemos discutir sobre política cuando en realidad estamos defendiendo una identidad ideológica muy particular.

En términos psicológicos, dice Erich Fromm que, como el líder carismático se vuelve parte de la autoestima de sus seguidores, “cualquier crítica contra el líder se toma de forma personal, y se hace tan difícil reconocer errores en el líder como en nosotros mismos”.

Hago un llamado a la reflexión. Colombia ya ganó, el pueblo colombiano se manifestó en las urnas y demostró que querían un cambio, por un lado, el cambio de izquierda que propone Gustavo Petro o por el otro el cambio de centro que propone el fenómeno político Rodolfo Hernández. El gran perdedor fue el uribismo, quienes con gobierno a bordo y maquinarias políticas territoriales no lograron pasar ni siquiera a segunda vuelta.

Es gracioso que la campaña de Petro al verse perdida se dedique a denigrar la vida personal del ingeniero con mentiras y exageraciones, con videos editados, cuando inicialmente consideraban aliado y hasta le ofrecieron la vicepresidencia al ingeniero Rodolfo Hernández.

Entonces basta ya de polarización, de identificarse con un candidato tanto que deterioren sus relaciones, tanto que lo hagan parte de si mismos, basta ya porque después del 19 de junio tenemos que pensar como vamos a enfrentar los verdaderos enemigos, estos son: el hambre, la pobreza, la inseguridad, la falta de conectividad (porque el internet sin duda ahora es una necesidad básica) y el enemigo número uno la corrupción.

Vale la pena aclarar que evidentemente la corrupción no se puede acabar aliándose con corruptos, ni con politiqueros que su único afán sea llegar al poder cambiando de bando en bando sin importar si tiene que destruir la vida personal del contendor o inclusive alimentar un estallido social.

La corrupción se acaba de raíz primero cuando la cabeza del Estado colombiano llegue al poder sin aliados corruptos, con el carácter suficiente para enfrentarse a los politiqueros de turno y que sepa delegar como buen gerente quienes serán los próximos ministros y administradores de las carteras públicas. Porque de nada vale un gerente con un conocimiento a profundidad en materia de ambiente, educación y demás dimensiones, si llega al poder aliado con corruptos a los cuales les debe consultar las decisiones políticas que deben tomar.

Basta ya de polarización porque los dos actuales candidatos representan un cambio, tienen demasiados puntos en común. Basta ya. Colombia ganó, pero si seguimos en esta polarización estaremos tan fracturados que ninguno de los dos candidatos en su eventual presidencia podrá detener los efectos de esta división.

Twitter: @JorgeColombia

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