Por: Leonardo Urrea
Tal vez uno de los principales indicadores que tiene con los pelos de punta a los colombianos es la volatilidad en el precio del dólar, variable sobre la cual se ha especulado increíblemente y es síntoma de varios fenómenos. Algunos dicen que es entera culpa de las propuestas económicas del nuevo gobierno como frenar la exploración petrolera. Otros plantean que es un escenario internacional adverso y nada tiene que ver con condiciones internas. La verdad es que hay parte de incertidumbre política y parte de un contexto internacional, y la volatilidad del dólar es un termómetro de ese contexto. La situación global posiciona al siguiente gobierno en una tormenta macroeconómica bajo la cual no solo tendrá que mantener a flote la economía nacional, sino que las reformas que emprenda deberán estar enfocadas en robustecer el sistema económico y las finanzas públicas.
Una economía como la colombiana se conoce en la jerga profesional como una “pequeña economía abierta”, que en castellano significa que es una economía cuya dinámica interna no afecta las variables internacionales como el precio del petróleo o la tasa de interés internacional, pero todas esas variables sí la afectan a ella. Gestionar la política macroeconómica en un país como Colombia se asemeja a manejar una lancha pequeña en una tormenta; puede que la lancha no pueda modificar el tamaño y la fuerza de las olas, pero la habilidad del piloto y el estado del motor y la carcasa, podrán significar llegar a salvo al puerto o voltearse en el camino.
El panorama macroeconómico internacional se puede explicar de forma sencilla en dos dimensiones: en primer lugar, la invasión de Rusia a Ucrania ha causado disrupciones en las cadenas de suministro mundial tanto de alimentos (Ucrania es productor de alimentos y de insumos para el agro), como de energía (Rusia produce petróleo y gas en cantidades descomunales). Esta reducción en la oferta de alimentos, insumos y energía ha disparado sus precios produciendo alzas en los niveles de precios al consumidor en todos los países importadores vía mayores costos de producción, como el de la gasolina, que tiene ramificaciones por todo el sistema económico.
De otra parte, los estímulos económicos de todo el mundo para la recuperación post pandemia han generado en muchos países como EE. UU. una demanda muy fuerte por parte de los hogares y una escasez de mano de obra, elevando los salarios, y esto a su vez, los precios, generando aún más presión sobre la inflación. Tan así que en el último mes la inflación anual de Estados Unidos fue 9,1 %, la más alta en los últimos 40 años.
Como respuesta a esta aceleración de la inflación, el Banco Central de Estados Unidos (la Reserva Federal) ha decidido elevar las tasas de interés para que la gente consuma menos y así bajar la presión sobre los precios (ya anunciaron que la próxima subida será en 0,75%). Esta alza en la tasa de interés puede fomentar una recesión, que se entiende como una contracción en el tamaño de la economía. El riesgo central es que esa recesión se produzca, pero la inflación continúe al alza porque las fuerzas del lado del costo producción (por la guerra Ucrania vs Rusia), pueden sobrepasar el efecto de una menor demanda.
El riesgo de una recesión no les conviene en el corto plazo a los países emergentes como Colombia porque pasan varias cosas que vale la pena resaltar: en primer lugar, el dólar es la única moneda que en las crisis todos quieren, así que, a mayor demanda de dólares, mayor su precio; y si el dólar es más caro, las deudas en dólares se incrementan. En segundo lugar, un dólar más caro significa insumos más costosos para una economía como la colombiana que depende de maquinaria e insumos importados para funcionar.
Existe un tercer mecanismo que es un poco más complejo: entre el grupo de “Economías Emergentes” pagan justos por pecadores. Sri Lanka acaba de caer en el impago de su deuda externa en medio del contexto mencionado y su desorden macroeconómico y político interno ha asustado a varios inversores que, según Bloomberg, han sacado 52.000 millones de dólares de todas las economías emergentes. Esta aversión hacia las economías emergentes ha hecho que el costo de endeudamiento de países cómo Ucrania, El Salvador, Sri Lanka, Argentina, Pakistan, Ghana, Kenya, Ecuador se eleve a tasas de más de 16 % anual.
En Colombia, el costo del endeudamiento también se ha incrementado hacia niveles de 12 % a 14 % dado el difícil panorama fiscal que acompaña la tormenta internacional. No obstante, nuestra economía está presentando una recuperación económica vigorosa y se espera un manejo prudente de la macroeconomía del siguiente gobierno, dado que es la única forma de sobresalir en un vecindario con bastantes problemas y que así la plata llegue a nuestro país siendo un destino favorable a la inversión internacional.
Volviendo a la metáfora de la lancha, contamos con un piloto de grandes ligas en el Ministerio de Hacienda como José Antonio Ocampo, el cual incluso ha teorizado sobre cómo los movimientos internacionales de capital y de precios de materias primas determinan nuestros ciclos económicos. Es de esperar que se le dé la mano para coordinar el equipo económico del gobierno.
El gobierno ya planteó tres reformas para el 7 de agosto: la tributaria (enhorabuena), la agraria, y la política. Ojalá tales reformas robustezcan los fundamentales de nuestra economía y podamos llevar la lancha a buen puerto mientras la tormenta finaliza.
Twitter: @ilur91
La opinión del columnista me parece muy acertada y mesurada sin tintes políticos .
Esperamos todos por el bien de nuestro país que este nuevo gobierno nos cumpla con lo prometido y nos lleve a buen puerto.
Lo importante es que se respiran aires de cambio y eso nos llena de esperanza.
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