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La calle está dura. Nunca en mi vida había sentido tal grado de hostilidad, y no hablo de la violencia de siempre, que te apuñala en cualquier esquina o que te desaparece, me refiero a todo, al mundo, a la vida. Parece que se nos hizo tarde para salvarnos y que no hay más camino que intentar sobrevivir a costa del débil hasta que caiga un meteorito o una bomba nuclear. 

Mientras unos cuantos poderosos deciden cuál es la mejor manera para arrasar con lo que queda del mundo, en la cotidianidad cada cual saca provecho en su corto margen de maniobra: si sube la papa, recortan las porciones en el corrientazo; si hay que hacer fila, madrugan para vender los puestos; si hay que comer y no hay trabajo, pues entonces será robar y si la víctima no se deja, pues será matarla. Y yo hasta los comprendo porque en la mentalidad del ser humano está instalado un prejuicio violento e instintivo que lo lleva a pensar que su bienestar propio está por encima de la integridad de los demás. Mientras yo coma, no me importa vulnerar los derechos de los demás; mientras yo pueda acceder a un sistema de salud eficiente, me importa poco retrasar el pago de la EPS a mis empleados. Si me vulneran, tengo permitido ser violento.

Lo comprendo pero me parece una actitud criminal y anacrónica, y yo que pensaba que seríamos una mejor sociedad luego de la pandemia, que quizás las corporaciones serían más responsables, que el capitalismo iba a mutar a un sistema de bienestar colectivo… pero no, estamos peor que nunca, parece que la lección que nos dejó la pandemia no fue la de mejorar nuestra calidad humana sino más bien un carnicero “sálvese quien pueda”. 

Yo me niego a aprender la lección. No concibo que ante la crueldad de un sistema enfermo mi respuesta tenga que ser la violencia o la hostilidad o, como diría un amigo y perdonen la expresión, prefiero pasar por güevón que por hijueputa. 

Sí, soy una güeva porque me niego a votar por el que menos robe, porque no estoy de acuerdo con que matemos a los malos, porque no avalo el linchamiento de ladrones, porque mi propósito en esta vida no es hacerme millonario, porque no me gusta competir. Soy una güeva porque antes que sentir ira por las pequeñas tragedias que sufro, me las tomo con humor o con piedad hacia mis victimarios. Que se jodan, que piensen que me vencieron y que se crean superiores por robarme unos pesos o aprovecharse de mi bondad (que ellos llamarían estupidez, indiferencia, quizás cobardía), igual todos vamos a morir y ninguno trasciende, igual esos papelitos que usamos para comprar cosas bonitas solo son globitos para que la existencia pese menos y, a fin de cuentas, güevón o hijueputa, ser de luz o lámpara, delincuente o policía, solo somos individuos irrelevantes de una especie parasitaria que llamamos humanidad. 

Eso sí, creo ser feliz y duermo tranquilo. Quizás muchos hijueputas envidien mi paz.

@noseamar 

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Una publicación compartida por Eddy Ramirez (@eddy.ramirez21)

En cuanto tuve a mi primer hijo, hace más de 18 meses, descubrí lo hermoso y gratificante que es, pero también lo fuerte y duro; no poder dormir bien, jornadas largas y agotadoras donde tu bebé depende 100 % de ti, sin olvidar que a la vez soy esposa, dueña de una empresa, Youtuber, abogada y consultora migratoria, por lo que mis trabajadores y clientes también depende de mí.    Entonces, ¿cuáles son los beneficios de tener un bebé en un país como Canadá?   Desde que llegué, veía a niños en la calle tranquilos, caminando, muchas veces solos o cerca a sus casas, jugando en sus bicicletas, con sus amiguitos, sin ningún miedo de ser raptados, violentados, o cualquier cosa mala que puede llegar a suceder en nuestros países. Yo hablo de Venezuela, que es lo que conozco y tengo como referente.  Aparte de la seguridad, otro punto a favor, es el sistema educativo: los day care o guarderías públicas son muy buenas y tienen un costo diario de 7 dólares, sin embargo, conseguirlas puede ser complicado, por las listas de espera de tres a seis meses. En una guardería privada se consigue cupo más rápido, pero el costo es de 1500 o 2000 dólares al mes en Montreal, donde yo vivo. Otro elemento atractivo es el nivel tecnológico existente para la seguridad de los niños -como la silla del carro que parece un búnker, las cámaras que ayudan a vigilar hábitos del sueño del bebé, la vasenet que se mueve sola si este llora y mide que tenga el corazón bien mientras duerme, las cunas inteligentes que imitan los movimientos del vientre de la mamá, con sonido-, en fin, muchísimos recursos para invertir y ayudarse.   [embed]https://www.youtube.com/watch?v=GaNQrUtIYo8[/embed]   Ahora, pasemos a la parte dura: la parte médica, la que yo les puedo hablar desde mi experiencia en Quebec. Una vez quedas embarazada e inicias los controles y chequeos, notas que es muy diferente a nuestros países. Primero, porque muchas veces es una enfermera la que hace el seguimiento, en lugar de tu ginecólogo o médico. Si ella ve que algo no está bien, lo reporta. Además de darte cuenta de que el médico que va a atender el parto, es el médico de turno, no el que lleva tu embarazo.   
’’No tener contacto directo con el ginecólogo, es un poco frustrante para quienes estamos acostumbrados a tener una cercana relación médico-paciente’’
  Algo que me sorprende, es que los equipos médicos de ultrasonido, por ejemplo, no los tiene directamente el médico, sino que están en el hospital público, donde te remiten. El técnico es quien envía los resultados al médico y una semana después te los comunican. O cuando el bebé está enfermo y requiere una emergencia, también lo refieren al hospital, y uno tiene que esperar a que lo llamen para hacer la revisión. 
Cuando nace el bebé y dan de alta, algo interesante, es que por parte del gobierno, envían a una enfermera pública a tu casa dos veces, durante dos semanas,-¡gratis!- para asegurarse que el bebé esté bien. Hasta ahí todo bien. Sensación contaría a cuando tienes que llevarlo al pediatra, y te das cuenta de que no será visto por este, sino por un estudiante o un family doctor, que es un médico general. Este médico determina si el bebé necesita ser referido a un especialista o pediatra. 
Aun así, el sistema funciona. Los canadienses lo aceptan y es la realidad en la que vivimos millones de migrantes y aunque debamos ser pacientes, hay que confiar en él. ¿Y por qué confiar? Porque a pesar de todo, nunca imagine vivir en un país, en el que el Gobierno reconoce la maternidad como un trabajo full time y por ende le da un año de pausa a los papás para que puedan criar a su bebé.  Así es Canadá, así de grande es este país y en siguiente capítulo les hablaré más de esto.  Con amor, Eddy.   Si quieres conocer más de mi vida y a lo que me dedico, sígueme en: https://www.immilandcanada.com/ https://www.youtube.com/@Immiland https://www.instagram.com/eddy.ramirez21/   Todos los capítulos de esta Tierra de Inmigrantes los puedes leer aquí. https://blogs.eltiempo.com/tierradeinmigrantes/2023/02/16/que-es-emigrar-a-un-pais-como-canada/   https://blogs.eltiempo.com/tierradeinmigrantes/2023/02/09/como-cumplir-tu-sueno-de-vivir-en-canada-con-immiland/

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4 Comentarios
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  1. ferchofernando

    Yo les recuerdo que nuestra idiosincrasia está descrita en una gran cantidad de refranes que sacamos a relucir de acuerdo con nuestra circunstancia temporal. Que el vivo vive del bobo; que es mejor atajar que arriar y otra gran cantidad de viejos refranes. claro que hay algunos nuevos que también la describen y uno de esos decires de la gente del común es-refiriéndose a los mandatarios-: que robe pero que haga algo.
    Sin embargo, en muchas ocasiones me pasa lo de Andrés: me siento una güeva.

  2. jorge157154

    No obstante por allí un refrán dice que hay que ser manso pero no menso, me identifico con su filosofía de vida. En mi experiencia de vida he perdido grandes oportunidades por evitar pasar por encima de los demás, oportunidades que muchos otros sin escrúpulos aprovecharon, pero ya en la tercera etapa de mi vida estoy feliz de haber tomado esa decisión, porque como ud. lo dice muy bien: “…igual todos vamos a morir y ninguno trasciende”. Les dejo esta perla: “Cuando al malvado le llega la muerte, se acaba su esperanza; sus riquezas ya no lo amparan”. (Proverbios 11-7).

  3. No sabria si decirle si estoy de acuerdo con usted. Creer, o mas bien anhelar un mundo de paz y amor, es no solo una utopia sino bastante ingenuo. El ser humano responde a la evolucion, o sea que sobrevive el que mejor se adapta, y de pronto esa adaptacion no es algo que necesariamente nos guste. Yo le diria que respeto su supuesta ingenuidad, me parece muy bien combinar una saludable dosis de etica y valores humanos, junto con discernimiento al entender que las motivaciones de los demas seres humanos pueden llegar a causar actos contrarios a esa etica y valores. O sea , tenga en una mano la zanahoria, y el garrote en la otra, su ejercicio de humanidad no debe convertirse en uno de estupidez.

  4. jorge586907

    Totalmente de acuerdo con su escrito y lo paradógico es que en un pais tan espiritualista la solidaridad y ponerse en el zapato del otro es lo que menos se tiene.

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