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Trabajé desde 1995 hasta 2005 en una de las más importantes plantas cerveceras del país y, como estrategia para acercar a comunicadores (ante la ausencia de redes sociales), tenderos y consumidores directos, la empresa programaba una vez al mes visitas a la planta de producción para que de primera mano se conociera sobre la labor de los trabajadores de la empresa, su proceso de elaboración desde la recepción de la malta, pasando por el embotellado y su posterior distribución a las tiendas en donde se consumía este producto. En ese entonces tuve la posibilidad de ser anfitrión, lejos de imaginarme que 15 años después sería yo el espectador en otra marca que cumple una función igualmente interesante. La gente de Frubana me invitó a que pasara todo un día con ellos para que me enterara de la buena labor que cumplen como plataforma proveedora de frutas, verduras, abarrotes y artículos de aseo para restaurantes tipo corrientazo, pequeños tiendas de barrio, panaderías y fruterías, y que tienen representación en Bogotá, Barranquilla, México y Brasil.


Lo primero que tengo que decir es que me sentí muy honrado de que me escogieran a mí a pesar de no ser periodista. Creo que ellos, al leerme todos los días en redes, se dan cuenta que soy usuario permanente de restaurantes y corrientazos, que de paso son sus mejores clientes. Así que la madrugada valió la pena, pues tuve que estar muy temprano para ver llegar a los agricultores con sus productos, los cuales son dejados en una bodega ubicada en el sector de Puente Aranda. Este primer aspecto es importante ya que eliminan el intermediario, le compran directamente al campesino y así pueden tener unos precios competitivos para sus clientes; y ahí viene otra cosa importante, la de evitarle al dueño del restaurante el tener que ir a la plaza de mercado, madrugar, regatear, pagar transporte, correr riesgos de seguridad, etc.

Después de recibir los productos empieza un movimiento desenfrenado de parte de los conductores que cargan lo que previamente se alistó desde la noche anterior; es en la noche cuando más se trabaja, porque los operarios de Frubana toman los pedidos, los separan, los empacan y los dejan perfectamente organizados por zonas para que esos conductores puedan, rápidamente, efectuar el cargue.

También existe una persona encargada de la parte de control de calidad que tiene un ojo clínico para no dejar pasar productos (en un segundo filtro) que no cumplan los altos estándares que tiene la empresa. Esta persona cumple de igual manera una función de docente entrenando a los operarios nuevos. Pude charlar con la encargada de tan noble labor y ella disfruta su trabajo desde hace unos dos años, tiempo que lleva en la marca para la cual trabaja.

Los camiones, unos grandes y otros pequeños, salen a recorrer Bogotá y visitan todas las localidades; restaurante por restaurante y tienda por tienda, llegando con los pedidos a una hora estimada y programada previamente, según la conveniencia del cliente. Yo me fui en uno de esos camiones a acompañar a doña Nancy Parra, una mujer berraca que al lado de su hijo, que es profesional, decidió, tomar un préstamo en medio de la cuarentena, comprar un carro y ponerse a trabajar y, como se dice popularmente, “tirar cabrilla” para llevar el sustento a su hogar.


Con ella llegamos al cliente final en el barrio Galerías, a un restaurante de día y hamburguesería de noche. En Rockokó entregamos el pedido número 12 y ahí decidí quedarme a almorzar (tipo 5 p. m.) para hablar con el dueño del sitio y preguntarle sobre los beneficios que le daba la plataforma. Me contó que llevaba con su negocio dos años, que milagrosamente había sobrevivido a la cuarentena y que en sus inicios se pegaba el madrugón a Abastos, pero que su estilo de trabajo cambió cuando un asesor de Frubana lo visitó, le mostró la variedad de productos, los precios, y echando números se convenció. Otro argumento que le gustó es la facilidad que le ofrece la página web, pues desde su celular y en la comodidad de su establecimiento puede hacer su pedido. También me dijo que había identificado promociones, descuentos y beneficios dependiendo del día que pida su mercado.

Mientras terminaba mi almuerzo y caía la tarde, un nuevo grupo de trabajadores se preparaba para entrar a trabajar a la bodega y alistar los 23.000 pedidos que en promedio llegan por medio de la plataforma a los miles de restaurantes de las 20 localidades de Bogotá, esos locales populares en los que tal vez usted, apreciado lector, y yo, muchas veces hemos estado.

PD: Agradecimiento especial a Diego Horta, de quien recibí la invitación a vivir la experiencia y conocer más sobre su empresa

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Bogotano, santafereño y defensor de la changua. Cuento lo que veo a diario en mi ciudad.

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