Oliva, sinónimo de buen gusto a la hora de desayunar

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Hay restaurantes que llegan a una ciudad porque son franquicia o modelo de otra región; hay otros que nacen y que son profetas en su tierra, pero hay unos que nacen, que son originales, que son profetas en su tierra y que aparte de eso inspiran a otros, abren un camino, muestran la luz que se debe seguir y demuestran que se puede cambiar la mentalidad y las costumbres de los habitantes de una ciudad. Ese es el caso de “Oliva”, una panadería y pastelería de altísimo nivel gastronómico que acabo de descubrir en mi estadía en Santa Marta.

Llegué por accidente, buscando un buen sitio para desayunar distinto al típico primer golpe que uno puede encontrar en la región caribeña. Queda en un pequeño mall, en el barrio el Prado, con un local espectacular en cada detalle en su interior, pero a veces desconfío de este tipo de sitios porque me he encontrado con solo estructura, pero poco contenido en su cocina, que es lo realmente importante. Con Oliva afortunadamente fue diferente porque las opciones de desayuno que tienen cumplieron a cabalidad con la expectativa que me generó; después del buen café que ofrecen, y de examinar toda la carta, me decidí por unos “huevos Shaksuka”, que es una preparación que aparte de huevos lleva salsa harissa, tomate, cebolla blanca, pimentón rojo, ajo, aceite de oliva, páprika, pimienta cayena, queso feta, perejil y un ligero toque picante.

Pero la cosa no paró ahí; al explorar la carta de postres me encontré que trabajan con productos típicos de la región y se inventaron una milhoja de zapote costeño que es campeona. Las capas finas del hojaldre combinan muy bien con las gotas cremosas que hacen del zapote, que se deja cortar y que al paladar causan buenas sensaciones. A pesar de estar llenó seguí mirando el menú y me encontré con que tienen una amplia oferta de lo que aquí llaman pudines y que para nosotros los cachacos son los mismos ponqués o torta de cumpleaños o de celebración. Pudines de zanahoria, vegano, chocoharina de almendras, milhojas de arequipe y del propio zapote que probé pero en tamaño familiar, tres leches, apple crumble, pavlova con cremoso de maracuyá, red velvet (uno de mis favoritos), pudín de chocolate con Nutella, de oreo y pudín trufado entre otros.

El lugar es perfecto para un desayuno romántico, una reunión familiar, una celebración de amigos o una celebración de cumpleaños cuando se esté pensando en brunch. Pero fue Camila Linero la dueña de la marca, la que primero se aventuró a crear ese concepto en la ciudad de Santa Marta; ella fue la pionera y la que le hizo perder el miedo a otros que tal vez lo habían pensado pero no se habían arriesgado. Hay un antes y un después de Oliva; ocho años atrás no existían lugares de este tipo para desayunar en la capital del Magdalena. Ella con su talento y dedicación, logró cambiarle las costumbres a los samarios de salir a compartir cualquier día de la semana alrededor de un desayuno. Demostró que si era posible que este concepto fuera exitoso en la ciudad costera. En ciudades del interior, no sé si es más común este tipo de lugares; yo al entrar al sitio, y guardando las proporciones, me sentí en Jaques, la famosa panadería artesanal del barrio San Patricio en Bogotá.

Waffles, granola donde fulana, ensalada con frutas, avo toast (guacamole, semillas de chía, queso feta, rodajas de aguacate, semillas de girasol, sobre una tostada de sourdough), tostadas francesas, tartine pomodoro (huevos fritos en salsa pomodoro, queso mozzarella, jamón sobre una tosada sourdough, acompañado de ensalada), huevos pericos con cayeye, huevos pericos con arepa de maíz y queso y cocotte pomodoro (huevos revueltos, jamón, queso mozzarella, queso parmesano, salsa pomodoro, acompañados de sourdough y capuccino) son otras opciones de desayunos en Oliva. En la parte de la panadería se encuentran postres como galletas de chocolate belga, tartaleta raw de chocolate, brownies, pudín de vainilla estilo naked cake, tartaletas de limón y tartaletas de chocolate belga con frutos rojos.