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Libertad Bajo Palabra es un proyecto integrado por 21 talleres de escritura creativa desarrollados en centros penitenciarios de 16 departamentos del país. El blog Piel de Topo participa en el proyecto desde la Cárcel Municipal de Envigado.

Hay que ir al grano: la potencia de un libro como Fugas de tinta radica en la inquietante sospecha de que casi todo lo que se lee en sus páginas es real. O una realidad brutal que intenta ser disfrazada con los siempre insuficientes artificios de la ficción. Se descubre, en sus páginas, un mundo demoledor de sueños interrumpidos, de vidas truncadas, de búsquedas sin esperanza que terminan en desolación. Pero también, en muchos casos, historias de redención que desmienten la aparente tristeza de algunas de las historias. Algunos de los autores —todos ellos, reclusos de veintiuna cárceles del país— encuentran en la escritura, en la religión, en la amistad, en la memoria de los seres queridos, una oportunidad para expiar las culpas —o las injusticias— que los apresan. Y el libro, entonces, adquiere una profundidad conmovedora que tiene que ver con ese pedazo de intimidad a la que los lectores se asoman por un momento.

A pesar de ser un libro escrito desde el encierro, el tema que atraviesa todos los relatos es la libertad. Como si solo desde la oscuridad de la prisión fuera posible evocar de veras la realidad exterior del mundo. Muchos de los relatos (“Alma viva”, “El día del tropel”, “Mis pesadillas”, entre muchos otros) se enmarcan en precisos escenarios geográficos del país, mientras se narran las historias personales que cada uno de ellos quiere revelar. Otros, como “El rey de la goma”, cuentan en detalle, con un tono que es a la vez descarnado y moralizante, la caída en la oscuridad de un ser humano que se ve arrastrado por el vicio y la necesidad. Hay vestigios de la tradición oral y los relatos populares (“El Riviel”); historias que parodian, como en un espejo, los relatos tradicionales de educación sentimental (“Historia de Chisvi” o “Más allá del dolor y la desilusión”); recuerdos que muestran, como en una fotografía, anécdotas engañosamente triviales —aunque profundas en su significación— de la vida de los personajes (“En busca de oro”, “Fuego verde”). En todos los casos, sin embargo, se percibe un tono —explícito en algunos, menos obvio en otros— de añoranza por esos momentos en que a los autores les era posible desplazarse por el mundo sin restricción alguna.

A medida que avanza la lectura, es posible descubrir que lo que podrían parecer fallas de estilo, errores de escritura, indefiniciones literarias —todos ellos, además, entendibles y poco importantes en un libro como el que nos ocupa— no son más que señales de ruta que intensifican el efecto de las historias. Como si de manera intuitiva los autores hubieran encontrado el tono preciso y necesario para transmitir los vaivenes espirituales que los relatos requieren. Susurros desde las celdas que intentan quebrar el silencio opresivo de la reclusión.

No es la perfección literaria lo que se evidencia en este libro; es, en todo caso, la imperfección humana, más profunda y conmovedora.

*Tomado del Boletón Relata No. 16, Red de Escritura Creativa, del Ministerio de Cultura.

Descargue acá el libro: http://www.mincultura.gov.co/areas/artes/publicaciones/Documents/Fugas%20de%20Tinta%20X.pdf

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