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Hubo una época donde la conexión era lo de menos.

Una época donde las computadoras solo se veían en televisión y eran unas máquinas inmensas, metálicas y con muchos botones de colores parpadeantes.

En esa época las palabras tecnológicas más famosas las utilizaban los que sabían su significado; ir a cine «3D» era un evento impactante y tener un televisor «Trinitron» era vivir en el futuro.

Palabras como «Holograma» nos hacían pensar en «Automan» y «Cursor» era una lucesita capaz de crear todo.

Un láser era un rayo con el que nos atacaban los extraterrestres en las películas y un «Walkman» con «Mega Bass» era la única máquina que llevábamos, no en el bolsillo, colgando de él, gracias a una especie de gancho que lo sostenía.

Nuestra desconexión era tanta que si queríamos llamar a nuestros amigos para salir, un chiflido era suficiente, y los que nunca aprendimos, pues aplaudiendo duro bastaba para que todos salieran de sus casas.

Pasábamos mucho tiempo con amigos, corríamos todo el día, nos raspábamos las rodillas y teníamos las manos sucias por tocar el mundo.

Hacíamos cuanto deporte era posible y nos inventábamos verdaderas historias que vivíamos con pasión.

Éramos increíbles ingenieros para crear nuestros propios fuertes y casas en los árboles que aún hoy no entiendo cómo jamás se vinieron abajo.

Nos poníamos nuestra mejor ropa cuando alguien llevaba una cámara fotográfica; normalmente era en alguna fiesta de cumpleaños y la única comida que salía en las fotos era el pastel y no como protagonista.

Además se hacía otra reunión en los días siguientes para ver las fotos del evento en grupo. En un álbum… Uno de verdad, tangible.

Sin embargo nuestro mundo era corto, las distancias eran enormes y montar en avión un sueño…

El mundo se limitaba a lo que veíamos en televisión, la gente de otros países eran seres de otro planeta y llegar hasta allá era tan pero tan lejano que nisiquiera tratábamos de llegar.

Estábamos desconectados.

Lo cierto es que mientras vivíamos desconectados del mundo, creábamos vínculos irrompibles con personas cercanas; vínculos que en muchos casos siguen vigentes hoy.

Hablábamos con menos personas pero tejíamos redes más fuertes, no tan grandes como ahora.

Y eso nos hizo fuertes. Caminamos juntos a través de los años hasta llegar a esta época donde estamos conectados, pero sin olvidar nunca esos días donde no habia espacio en nuestros discos duros para imaginar que en el futuro, tendríamos el mundo a nuestro alcance gracias a una computadora en nuestro bolsillo.

Vengo del pasado, de la generación que se llevó lo mejor de los dos mundos.

Para mi generación.

¡Gracias por leer!

Por

Pineda.

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