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Si no voto no me ven y no me ven porque no voto. Ese es el círculo vicioso en el que estamos inmersos desde hace años y el cual tenemos que romper. Porque no hay cosa más incómoda para la democracia que el sedentarismo en los asuntos públicos. Es verdad, somos “comodísimos” y ese mal tan peligroso nos deja por fuera de las decisiones más importantes del país.
En las pasadas elecciones de marzo, tuvimos en nuestras manos la oportunidad de elegir para el Congreso a dos representantes de los colombianos en el exterior y sólo votó el 9%. Después nos quejamos del por qué no me tienen en cuenta o del por qué solo me buscan en época de elecciones. No obstante, la democracia colombiana es generosa y con las elecciones presidenciales se nos presenta otra oportunidad para impedir que las decisiones sobre el rumbo de Colombia queden en manos de unos pocos o de aquellos que quieren una nación en guerra.
Existen muchos inconvenientes, pero debemos reconocer que el país ha mejorado con relación al pasado gobierno. Se han hecho cosas y falta mucho por hacer, sin embargo, debemos entender que la paz servirá de paraguas para generar más oportunidades que las actuales y para resolver muchos problemas que tenemos los colombianos dentro y fuera del país.
Todos queremos la paz y vamos por el camino correcto, así a algunos les duela ver como nuestra generación está asumiendo el reto de construirla. Somos una ciudadanía exigente que necesita una solución al conflicto colombiano y que entiende que la vía negociada es la más adecuada para ello. Ya vivimos y sufrimos con la otra salida, con la de la confrontación, la de las balas, la de las muertes y nos dimos cuenta, algunos desde el exilio, que el fuego no se apaga con lanzallamas.
Vamos por el camino correcto, pero falta un segundo tiempo para terminar lo que se comenzó. Los acuerdos entre el gobierno y las Farc, representan un avance histórico avalado por la sociedad, la comunidad internacional, las víctimas, los excluidos y por los hijos que aún no han nacido pero merecen una Colombia en paz. Recuerdo que el anterior gobierno, el que también tuvo su oportunidad de reelección, no se cansaba de gritar que un país seguro era un país en paz. Que equivocados estábamos, porque la lógica de la convivencia es al revés: un país en paz es un país seguro.
Estamos ante dos alternativas y tenemos que decidir qué tipo de país queremos. La Colombia del pasado, de los que desean perpetuar la guerra y los rencores, de los que no toleran ni perdonan, de los que viven día a día para dividir el país; o nos decidimos por la Colombia que mira con esperanza y reconciliación hacia el futuro, que busca la paz, que cree el entendimiento, el diálogo y que trabaja para unir a los colombianos.
Somos conscientes que construir juntos es el gran reto y que trabajar alrededor de objetivos comunes es nuestro gran desafío, pero lo podemos hacer más fácil si estamos unidos. Algunos se preguntarán hasta que punto son necesarias las alianzas políticas, yo les digo que si son hechas para alcanzar la paz, se convierten en indispensables. Por eso tenemos que seguir por la ruta de la paz.
Se ha jugado un buen primer tiempo, pero el partido hay que definirlo. Por el momento, los únicos que tienen el liderazgo, la capacidad y la fuerza para un segundo tiempo que defina el proceso de paz es la Unidad Nacional en cabeza del Presidente Santos. No hay otra persona ni otro candidato que en materia de paz haya sido capaz de alcanzar lo que hasta ahora se ha logrado. Ninguno.
Si usted le apuesta a la guerra, dele una oportunidad a la paz. Si usted le apuesta a la paz y tiene otro candidato(a), piense ¿qué sentido tiene empezar de cero después de todo lo avanzado?. Y si usted, como yo, le apuesta a todo lo que hemos avanzado en materia de paz entonces déjeme decirle que vamos por el camino correcto y que una Colombia en paz será imbatible y nadie la podrá detener.
que perdida de tiempo este blog, puras citas de lugares comunes… claro que todos deseamos la paz’ ¿pero a que precio? impunidad a violadores de derechos humanos?
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