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Siempre han sido reconocidos en América Latina como un pueblo que no deja que sus gobernantes abusen del poder. El resto de los latinoamericanos hemos visto a los ciudadanos de Venezuela protagonizar los famosos cacerolazos, que han puesto a tambalear regímenes políticos cuando la injusticia social, o la corrupción o las acciones de sus gobernantes fueron en contra del pueblo. El resto de los latinos parecemos en un estado de letargo, de triste resignación frente a lo que nuestros gobiernos han hecho o dejado de hacer, pero no los venezolanos. Ellos han hecho sentir su voz y han demostrado el poder del pueblo en una democracia. Es por eso que es desconcertante ver como los venezolanos no se han levantado frente la situación que viven hoy.

Lo que vemos de afuera es una Venezuela resquebrajada, viviendo situaciones que ni las naciones más pobres del mundo enfrentan hoy, a pesar de su inmensa riqueza. Las penurias que los venezolanos tienen que vivir diariamente parecen más cercanas a lo que ciudadanos de dictaduras totalitarias como en Corea del Norte, Somalia o Zimbabue. ¿Por qué entonces los venezolanos están dispuestos a sufrir de la manera que lo hacen hoy? ¿Cómo soportan que sus supermercados estén vacíos, que los hospitales y droguerías no tengan ni los medicamentos más básicos, que sus necesidades básicas estén tan pobremente atendidas? ¿ Por qué una nación y un pueblo que antes era aguerrido y exigente con sus líderes se ha vuelto conformista y temeroso?

La respuesta está en el proyecto de control social y político de la revolución Bolivariana. La sociedad venezolana ha sido infiltrada por casi dos décadas con agentes de control, encargados de atemorizar a la población sobre los inminentes peligros que dejar la revolución representarían para el pueblo, y recordarles de manera simultánea que hay fuerzas paramilitares dispuestas a proteger el poder del régimen, incluso contra su propio pueblo. Frente a ello el pueblo Venezolano se enfrenta a una situación que no había vivido antes. En años anteriores los políticos le temían a la reacción del pueblo frente a su accionar. Ahora es el pueblo quien le teme al gobierno! Y le teme porque este régimen ha demostrado que no tiene ni tendrá límites a la hora de proteger su poder, y porque se ha preparado para controlar la privacidad, la seguridad y la libertad de los venezolanos. Líderes de la oposición están en su mayoría en la cárcel o amenazados, y los pocos que aun hablan abiertamente contra el régimen son tolerados para mostrarle al mundo que Venezuela es aún una “Democracia” donde el pueblo puede “Libremente opinar”.

Pero ahora lo que ocurre en el mundo y que parece ser una tragedia para Venezuela, va a ser su salvación. El hecho de que los precios del petróleo se hayan desplomado y no presenten signos de recuperación ha puesto a tambalear al régimen más que cualquier otra manifestación o sanción posible. La lealtad en una situación como la venezolana solo se compra con dinero, y el gobierno se está quedando poco a poco sin con que comprarla. Llegará el momento en que aquellos que se benefician del régimen no podrán hacerlo más y ellos mismos se encargaran de derrocarlo y sembrar el caos. El pueblo venezolano tendrá una vez más la oportunidad de elegir su destino sin la corrupción del dinero que compró su conciencia en varias elecciones hasta ahora. Solo resta esperar que el daño hecho al tejido social de la nación no haya sido tan grave. Lo que el régimen hizo para comprar la lealtad del pueblo podría llevar al total caos cuando desaparezca y es por eso que la posibilidad de que ese caos termine en anarquía es muy grande. Venezuela y la región se deben preparar para ese momento y esperar que la sociedad venezolana se levante de las cenizas dispuesta a reconstruir el país. De otra manera, un nuevo caudillo con iguales o peores intenciones puede surgir, o peor aún, el régimen actual frente a su inminente desaparición puede preferir hundirse con el barco, Y ese barco son todos los venezolanos.

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