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Hoy, hace diez años,  el fútbol se vistió de luto. Llovía a cántaros aquel jueves 24 de octubre de 2002 en Pance, al sur de Cali, que  veía cómo los árboles caían, el día se hacía noche y todo colapsaba. En la sede del Club Deportivo Cali, la tormenta arreciaba con fuerza y los truenos invadían el lugar. En ese momento, el equipo verde era dirigido por Óscar Héctor Quintabani, marchaba primero y jugaría el domingo en Tulúa. Como buen hincha ya tenía programado el viaje para ver el partido, pues era un trayecto de no más de dos horas en carro.  Un par de días antes había estado en el entrenamiento de mis ídolos. Nunca imaginé que sería la última vez que vería con vida a dos de ellos.
 
Aquella tarde un rayo cayó en la mitad de la cancha de entrenamiento de la sede de Pance. ‘Carepa’ Gaviria, nuestro líder, el de la pierna fuerte, el carácter hecho hombre, y Giovanni Córdoba, el ídolo naciente, la promesa que con goles se volvía realidad, se vieron alcanzados por ese destello fatal.

«Si por algo se recordará a Hermann Gaviria Carvajal es por sus dotes de líder y por la fuerza que aportaba desde el medio campo. Muchas veces se iba amonestado y no en pocas ocasiones lo expulsaron por eso. Pero en todos los equipos fue respetado.» EL TIEMPO, 25 de octubre de 2002.

Carepa murió inmediatamente, fulminado. El preparador físico en ese entonces, Hernando Arias, contó, según recogió El Universal de México dos días después del accidente que vio una llama sobre Herman. «Sus botines se quemaron. Sangró por la nariz, y por la espalda salía humo. El rayo lo elevó y luego cayó al piso, lo alcanzó una descarga impresionante».

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(Foto de El País de Cali que le dio la vuelta al mundo).

A los cuatro días, cuando aún no nos recuperábamos del golpe, y mientras en todos los estadios (menos en el de Tulúa) se desarrollaba la fecha, en medio de un ambiente lúgubre y desolador, los altoparlantes anunciaron, antes de que terminara la primera parte de los partidos, que el joven de 24 años, Giovanni Córdoba, había muerto: «Tristeza y dolor. Esas son las palabras que más se acercan a lo que se vivió. En Bogotá, por ejemplo, por los altavoces de El Campín se conoció lo ocurrido. De inmediato se paró el juego y los 22 jugadores se quedaron quieticos por el duro golpe. Algunas emisoras pararon sus transmisiones y no cantaron los cinco goles que se marcaron en un lapso de diez minutos en todas las plazas…»
EL TIEMPO, 28 de octubre de 2002.

Este domingo 21 de octubre, mientras en Yopal jugaban Cúcuta y Junior, una tormenta eléctrica revivió esos momentos trágicos. En la cancha estaba quien fuera compañero de los difuntos, Giovanni Hernández, y también el entonces director técnico del Cali, Óscar H. Quintabani. El segundo tiempo del partido se jugó al día siguiente.
 
Hoy, diez años después, el recuerdo, triste, sigue presente. Dos muertes absurdas, insólitas, improbables. Un futbolista que iba de salida y otro que apenas empezaba a despegar. ‘Carepa’, paisa de nacimiento, jugador de la Selección. Córdoba, quien había recibido el llamado de Reinaldo Rueda por esos días para jugar un amistoso con la tricolor, no llegó a ese partido. Su drama se extendería a su hermano Hernán, quien siete años después de esta tragedia, siendo delantero y mientras jugaba en el Huila, se mató en un Aveo negro que le había dado Farid Mondragón. Tenía 19 años.
 
No olvidaremos, nunca, ese rayo fatal que encendió la cancha para apagar dos vidas, dos carreras y miles de ilusiones.

@riverasoyyo

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