No pude contener, de verdad, las lágrimas cuando vi una inauguración -muy poco difundida en nuestro país- tan especial y bien hecha como la de los Juegos Mundiales de Cali 2013. El Pascual Guerrero, ese estadio que cuando era niño parecía un elefante de concreto, feo y viejo, lucía rejuvenecido, estaba precioso; me atrevería a decir que es el escenario más bonito del país en este momento. Los centenares de bailarines perfectamente sincronizados lucían los mejores atuendos. Una enorme bandera tricolor se formaba y luego de ella una mariposa, luego una paloma; algo mágico. Malabaristas, actos circenses, un show perfecto.
Sonaron las notas del Cali pachanguero y todos los espectadores, tanto en el estadio como en las casas, lo cantamos, lo sentimos. Santiago de Cali se había lucido. La pólvora que iluminó la noche de la capital más importante del suroccidente colombiano retumbó fuerte, durísimo. Pero más duro retumbó un «pequeño» error, uno de solo un carácter. Una ‘l’. Una simple letra. Cali había premiado a los atletas de todo el mundo como campeones de los Juegos de la Palabra, los ‘Word Games’, no los WorLd Games. Ooops… ¡Plop!
El debate que se armó, propio de nosotros, de nuestro folclor, de nuestro ‘realismo mágico’, demuestra que estamos donde debemos estar (insultos a periodistas, amenazas, supuestos regionalismos, «que Meluk es un rolo no sé qué…», «que zutano es un paisa si se cuántas…», etc.). Que yo sepa, nunca en la historia de una competición se había cometido un error en la marcación de las medallas. Soy caleño, así que no sirve la disculpa de «este h. p. nos tiene celos» o «andate pa’ tu ciudá, ve». No. Tengo pena, en serio. Uno la puede embarrar en cualquier cosa, no en la marcación de una medalla.
No estoy diciendo que los Juegos Mundiales sean un fracaso; todo lo contrario. Han despertado, otra vez, el interés por la ciudad, han rescatado el civismo perdido. Pero hay errores -como este- que no se pueden cometer. Dijo el director de Coldeportes, Andrés Botero, que su entidad había encontrado ese «descache» hace tres meses. ¡TRES MESES! Pero nadie hizo nada.
Por último, y así me caigan encima, no saquemos las cosas de contexto: los ‘World Games’ NO son equiparables a unos olímpicos. Sí, emocionan, son simpáticos; maravilloso ver a los luchadores de sumo y más maravilloso aún saber que tienen que quedarse en camas de motel que aguanten su peso, pero jalar lazo o el ‘baile deportivo’ son disciplinas, por decirlo coloquialmente, «medio chimbas». No se le puede restar importancia al certamen, pero tampoco aumentársela. Los ‘World Games’ son los «otros» deportes. Tienen su categoría, no más, no menos.
Nos mandamos un horror de esos monumentales, de esos que pasan a la historia. Si yo fuera un atleta participante -por mi físico de pronto me darían medalla en sumo-, me quedaría con la presea («presea, dale, presea») y sería, eternamente, un campeón de los Juegos de la Palabra de Cali 2013.
Andrés Rivera Mejía es periodista de la Universidad Javeriana. Ha trabajado como periodista y fotógrafo taurino además de ser un enfermo por el fútbol.
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