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Cuando actuaba en telenovelas me desesperaba tener que aprenderme los diálogos que estaba supuesta a repetir. Siempre decía más o menos lo mismo. Todos los personajes que representé estaban definidos por su relación con un hombre.

El hombre tenía el papel principal, tenía trabajo, hablaba de otras cosas, participaba en actividades, era el héroe, mientras que mis personajes estaban siempre obsesionados por el hombre del que estaban enamoradas. No había nada más importante en sus vidas. El hombre era el eje central, su único verdadero interés, su tabla de salvación.

Los personajes de mujeres se limitaban básicamente a dos estereotipos: la mujer buena, pudorosa y noble que se la pasa sufriendo por el amor de su vida, o la mujer perversa que trata de engañar al hombre y hace todo lo posible por conquistarlo, utilizando su sexualidad para seducirlo.

Los personajes de mujeres en las películas y series de televisión, salvo raras excepciones, no tienen vida propia. Existen en función de un hombre, todas sus acciones están dirigidas en relación al héroe masculino.

Los diálogos de los personajes femeninos han sido, hasta ahora, en general cortos y sin sustancia. Si la mujer es el personaje principal tiene que mostrar carne. Sus aspiraciones, su vida interior, su profesión no tienen ninguna importancia. Es sexy y por eso vale, por eso ocupa tiempo delante de la pantalla.

Lo grave de todo esto es que el cine y la televisión pretenden reflejar la sociedad, y por ende perpetúan el mito de que la mujer sigue siendo la costilla del hombre. Somos un apéndice. Nada más.

El mensaje que hemos recibimos las mujeres desde siempre una y otra vez es claro: no existimos si no estamos vinculadas a un hombre. Son contados los personajes femeninos con profundidad que muestran a la mujer en todas sus dimensiones, sin estar necesariamente vinculada a un personaje masculino.

Las películas como los libros, nos ayudan a entender el mundo, a darle contexto a nuestra realidad. Vamos al cine en parte con la ilusión de darle sentido a nuestro entorno. Hasta ahora la inmensa mayoría de las películas que hemos visto han sido filmadas bajo el lente masculino, escritas y dirigidas por hombres. No solo los protagonistas son hombres, la visión del mundo es masculina.

Sin embargo, se avecinan cambios importantes. En Hollywood, los que marcan la parada en el mundo del cine, se vive una revolución. Actrices como Reese Witherspoon y Eva Longoria están produciendo películas hechas por mujeres. Greta Gerwig recibió una nominación a mejor director por su película Lady Bird. Solo cinco mujeres han sido nominadas en esa categoría en 90 años de historia de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. Lady Bird, su debut como directora, estuvo en la lista de nominadas a mejor película. Una película escrita, dirigida y protagonizada por mujeres. Aunque no se llevó ningún trofeo, recibió cinco nominaciones al Oscar y fue un éxito en la taquilla. Esta año marcó también la primera nominación a una mujer en dirección de fotografía, Rachel Morrison por la película Mudbound.

Las tres películas más taquilleras del 2017 fueron protagonizadas por mujeres: Los últimos Jedi de la serie La guerra de las galaxias, La mujer maravilla y La bella y la bestia. Lo que comprueba que el público responde, quiere ver y yo diría, necesita más historias de mujeres. Esto es solo el principio. El mundo está cambiando y ahora finalmente lo veremos con nuestros ojos.

Tenemos que empezar a contar nuestra realidad desde la perspectiva femenina. Necesitamos películas escritas, dirigidas y protagonizadas por mujeres que reflejen nuestra visión del mundo. Llegó el momento. Falta mucho por recorrer, pero el mundo ya nunca será visto bajo el mismo lente.

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