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La vida es la historia que nos contamos. Somos la heroína de la película que nos inventamos. La versión que tenemos del mundo y de nosotras mismas está influenciada por varios factores como la cultura en que crecimos, la familia que nos educó, la época, la religión, los libros, las películas, la televisión. Todo ese sistema de valores y creencias informan nuestra visión del mundo y de nosotras mismas.

Sin darnos cuenta armamos una persona basada en lo que creemos que debemos ser, lo que se espera de nosotras. Podemos vernos como un agente activo o alguien pasivo. Podemos sentirnos con derecho de tomar decisiones sobre nuestra vida, o podemos darle la rienda a otra persona. Podemos vernos como heroínas o como víctimas. Podemos tomar responsabilidad de lo que nos pasa o echarle la culpa a los demás.

El problema es que no nos damos cuenta, porque muchas veces, nos sentimos atrapadas en una situación o en una versión de nosotras mismas y nos sentimos incapaces de salir de ahí. Es decir, pensamos que no está en nuestras manos, nos sentimos impotentes.

En realidad, la vida la vamos construyendo cada día con los pensamientos y las acciones que tomamos. Si nos sentimos vencidas e incapaces de salir adelante, seguimos actuando de tal manera que cada día vamos a estar más atrapadas.

Pero también podemos cambiar el discurso interno, darle la vuelta y reinventar la manera como nos vemos a nosotras mismas y como vemos el mundo. Podemos hacer un esfuerzo por apreciar las cosas buenas que están presentes y promover pensamientos positivos. Todo es cuestión de perspectiva.

Me he tardado toda la vida en darme cuenta de esto. Mi tendencia natural es buscar algo de qué preocuparme, ver lo que no está funcionando y sentirme mal por eso. Tiendo a no ver lo positivo. Si no hago un esfuerzo consciente, puedo pasar todo el día pensando en todo lo malo que hay en mi vida y en el mundo. Pero elijo cada día cambiar la película. Es un esfuerzo diario y que dura toda la vida. Ver lo bueno y tratar de construir. Ser la persona que elijo, proyectar lo que quiero ver a mi alrededor. Crear el mundo que quiero, no el que «me tocó».

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