Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

Reconozco que abro mi Facebook con más frecuencia de la que quisiera. En estos días además, está lleno de política y de la división irreconciliable que se vive en este momento en Estados Unidos, país en el que vivo hace casi 18 años. Pero la verdad, para mí, las redes sociales representan la conexión con mi mundo, con Colombia, con mis amigos, mi familia y también con muchas otras personas que he conocido en mi peregrinar desde que salimos del país con mi marido hace más de 25 años. En mis redes hay gente muy diversa, de diferentes épocas de mi vida, pero también de variados orígenes, países, profesiones, colores, gustos y pensamientos.

Me gusta la idea de conocer y aprender de diferentes posiciones y mundos. Las posiciones políticas son divididas. No creo que discernir u opinar diferente, así sea con pasión, signifique ser irrespetuoso. Desde niña me enseñaron a discutir y a defender mis posiciones. De joven lo hacía en persona en las sobremesas y en distintos foros, ahora lo hago en la redes. Lo hago con el mismo respeto, así sea utilizando memes o ironías. Disiento y cuestiono cuando así lo considero, no creo que tenga nada de malo. Este blog justamente hace parte de esa intención. La de expresar mi opinión libremente sobre los temas que me preocupan de aquí, de allá, de nuestra responsabilidad como ciudadanos, padres, hermanos o amigos.

Recibo las críticas sin problema, siempre y cuando se hagan con respeto. No soporto ataques personales ni mucho menos groserías. Tampoco puedo entender cómo alguien prefiera quitarlo a uno de su listado de amigos en las redes porque piensa diferente. Es cuestión de sanidad mental, dicen algunos. Los entiendo, pero yo lo siento un poco intolerante.

Lo que estamos viviendo hoy en día es una polarización del mundo que, de acuerdo con varias investigaciones, es exacerbada por las redes sociales. Es cierto que los medios tradicionales también han tomado partido. Pero eso no es nuevo. Siempre han existido las tendencias y los intereses. La división partidista y el apasionamiento tampoco son novedades ni aquí ni allá. Pero la selección de lo que vemos es cada vez más recortada y amañada. Quizá lo que pasa es que la tecnología magnifica el efecto. Si antes cambiábamos el canal, hoy los algoritmos o los intríngulis de la tecnología deciden por nosotros.

Bien lo explica el documental de Netflix Social Dilema; somos un producto manipulable. Lo que empezó en las redes como una estrategia de mercadeo para vendernos productos y servicios, terminó en una venta de nosotros mismos. También como me dijo alguien querido en estos días: “hoy la gente no opina, sino que la opinan”. Porque, claro, lo que “nos gusta” determina lo que vemos, lo selecciona. Lo que nos muestran moldea nuestra percepción y la radicaliza. Lo que termina pasando es que solo vemos aquello que nos gusta y esa es una realidad tergiversada o acomodada.

Pareciera entonces que la realidad no existe, ni la verdad tampoco. Porque las opiniones no se basan en análisis de la realidad, sino en la “verdad” de cada quien. En las verdades que se fabricaron fundadas no en las noticias sino en lo que dicen los influencers, o aquellos a los que se sigue. Lo más grave es que hay quienes terminan creyendo en fuentes que, por llevarle la contraria a los medios, terminan siendo completamente amañadas y maniqueas. Lo complicado es cuando se comparte información falsa que confunde y desinforma. Muchos opinan y nadie corrobora. De acuerdo con el Pew research center, “la gente que ve las noticias políticas a través de las redes sociales está menos informada que los que lo hacen de otras maneras”. Por eso quizá muchos se forman ideas más radicales y extremas y así el mundo se convierte en los que piensan como yo y los que están contra mí.

Como decía en una de sus columnas el periodista mexicano Juan Carlos Nuñez: “Es más fácil ganar adeptos simplificando la realidad que complejizándola. Por eso se suelen plantear los problemas, sean los personales o los nacionales, en términos de blanco y negro, a mi favor o en mi contra. De ahí el rotundo éxito de las telenovelas mexicanas en las que están claramente definidos los buenos y los malos, las víctimas y los victimarios. No hay términos medios”.

Aún más grave es cuando esos grupos radicales de uno u otro lado van construyendo una retórica que justifica el odio. El papa Francisco, en su última encíclica sabia, analítica y reconciliadora, así lo expresa: «Los movimientos digitales de odio y destrucción no constituyen —como algunos pretenden hacer creer— una forma adecuada de cuidado grupal, sino meras asociaciones contra un enemigo».

Así mismo, el Papa también critica esa selección que moldea nuestras realidades: “La verdadera sabiduría supone el encuentro con la realidad. Pero hoy todo se puede producir, disimular, alterar. Esto hace que el encuentro directo con los límites de la realidad se vuelva intolerable. Como consecuencia, se opera un mecanismo de “selección” y se crea el hábito de separar inmediatamente lo que me gusta de lo que no me gusta, lo atractivo de lo feo. Con la misma lógica se eligen las personas con las que uno decide compartir el mundo. Así las personas o situaciones que herían nuestra sensibilidad o nos provocaban desagrado hoy sencillamente son eliminadas en las redes virtuales, construyendo un círculo virtual que nos aísla del entorno en el que vivimos”.

Así que los invito entonces a no caer en esa radicalización y desinformación. Busquemos diferentes fuentes. Seamos un poco más críticos con la información que consumimos, abiertos a la discusión y a otras posiciones. Definitivamente hay que ser más tolerantes.

Compartir post