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Desde Texas, USA…

Una frase muy de moda por estos días por aquello de las clases virtuales es “apaga tu micrófono”. En ingles “mute yourself” que suena aún más fuerte, pues implica que los niños desde Kinder están aprendiendo antes que a socializar y trabajar en grupos, a callarse, a silenciarse a sí mismos.

Entiendo perfectamente que es necesario, para el orden y para que las maestras puedan dar su clase en paz, apagar el micrófono y silenciar las interferencias de los 25 hogares que tienen abiertos en sus salones de clase virtuales, pero me preocupa lo que implica.

Me preocupa que estemos silenciando a los niños antes de darles una voz. Si de algo estoy orgullosa es que a mis hijas les he dado una voz desde niñas y que en mi infancia siempre la tuve. A la hora del almuerzo siempre se debatían temas y se oían opiniones. Los jóvenes deben aprender a ser oídos, a tener y hacer respetar sus opiniones. Lastimosamente no solo este virus y la tecnología los está silenciando, también lo hace la desesperanza.

Tristemente la política aquí o allá se ha convertido en un circo de ataques personales. Con poco debate sobre las ideas y mucha grosería. Aquí, en Estados Unidos, pienso que para mí el voto se ha convertido más en  una cuestión de principios, que va más allá de las ideas políticas.

Algunos piensan que no hay que entrar en polémicas con cierto tipo de gente con la que no se puede discutir. Pero yo no me resigno al silencio. Ahora, como ciudadana americana, mi voto es mi voz y por eso expongo acá algunas de las cuestiones en las que creo:

  • Creo en el bien común. Es decir que quien gobierna no debe hacerlo  para beneficiarse a sí mismo, ni a un pequeño grupo de privilegiados.
  • Creo en los puentes antes que en los muros.
  • Creo en valores como la compasión y la empatía. Separar a los niños de sus familias y tenerlos en jaulas no puede ser la solución al problema migratorio. Muchos menos regresar a los jóvenes de DACA que no conocen otro país que este.
  • Creo que la educación y la salud son fundamentales y no deben ser privilegio de unos cuantos.
  • Creo en el respeto por la diversidad. En estos cuatro años hemos sido testigos del retroceso en cuanto al racismo con un presidente que ha fomentado el odio. Ante eso hay que disentir siempre.
  • Creo en la equidad de las personas, lo cual no equivale a un feminismo combativo. Como lo demostró la magistrada Ginsburg, tanto hombres como mujeres debemos tener los mismos derechos. A mis hijas les hemos enseñado que ellas pueden llegar tan lejos como se lo propongan y que se deben respetar y hacerse respetar. Quien ve a la mujer como objeto y con sus actos y comentarios no tiene empacho en denigrar de ellas (“grab them by their pussy”), no es digno de mi respeto.
  • Creo en la ciencia y, aunque este virus del covid-19 no ha sido posible controlarlo, estoy segura que con un manejo honesto, siguiendo los consejos de los epidemiólogos cuando le advirtieron al presidente de su gravedad, se hubieran evitado muchas muertes.
  • Creo que los valores cristianos se demuestran en los actos y no en los discursos, ni en expresar posiciones que pretenden ganar votos. ¿Qué haría Jesús en estos casos?
  • Creo en la democracia, en la libertad de expresión y no en quienes pretenden silenciar a los medios porque no se acomodan a sus agendas. Aún peor cuando advierte que si pierde, no va a aceptar su derrota y buscará perpetuarse en el poder.
  • Creo en la transparencia y la honestidad. El haber ocultado su declaración de impuestos y la manera deleznable como ha evadido impuestos el actual presidente de este país, es una burla para el pueblo estadounidense, una cachetada para los que pagamos cumplidamente al IRS mucho más, teniendo mucho menos.
  • Creo en este país que me ha dado oportunidades. Pero no quiero ser tratada como ciudadana de tercera.
  • Creo y espero un mejor futuro para mis hijas. Quisiera que resurgiera en ellas la ilusión de poder ver el cambio. Creo que Biden en este momento representa ese resurgir de la esperanza.
  • Creo que ningún candidato es perfecto y no voy a estar de acuerdo con todo. Pero sin duda, prefiero y elijo la decencia.
  • Prefiero la luz a la oscuridad.

No me silencio, ni quiero que los jóvenes lo hagan. Mi voto es mi voz, pero también mi voz es mi voto.

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