Ser bogotano no es un gentilicio. Es una forma de ser. Y por eso es que no estamos hablando del citadino típico de sombrero, gabán oscuro y paraguas, ni mucho menos del de las erres arrrrrastradas. Ni tampoco de los cachacos como denominan los costeños a todos aquellos que no ‘maman ron’ y van a la playa con medias, ni mucho menos de los ‘rolos’ como nos dicen despectivamente todos los que viven más abajito de los 2600 metros más cerca de las estrellas, donde vemos nosotros pasar la vida.
Estamos hablando de una generación de seres humanos nacidos en la capital de Colombia, mucho tiempo después del ‘bogotazo’, pero también de miles y miles de costeños, paisas, caleños, calentanos y extranjeros que se dejaron tentar por el smog, los malos alcaldes, los trancones, los huecos y la paupérrima situación de los equipos de la ciudad en la tabla de posiciones de la Liga.
Y es que pese a todo, Bogotá sigue siendo el sueño para muchos porque no queremos que nos pongan más rutas de buses ni que nos rebajen los impuestos. Solamente aspiramos a que nos devuelvan la esperanza. Pero como no se trata tan solo de haber nacido, la clave es parecerlo. Y para ello, es importante simularlo, lo que a la larga no resulta complicado. Basta con tener en cuenta pequeños detalles:
– Un bogotano no acierta. Le pega al perrito.
– Un bogotano no se toma unas cervezas sino se echa unas polas.
– Un bogotano siempre cree que alcanza a llegar antes de que acabe el pico y placa.
– Un bogotano de verdad verdad, no conoce ( aunque siempre dice que si) el Museo del Oro, ni la iglesia del 20 de Julio,ni la Biblioteca Nacional ( Luis Ángel Arango, Virgilio Barco y Tintal, también cuentan),nunca ha ido a Corabastos, al Parque Nacional y solamente ha ido a Monserrate una vez en la vida para acompañar a un cuñado borracho a pagar una promesa y nunca, pero nunca, ha visto la programación del canal Capital.
– No lo dude. Si en una avenida donde pasa el transporte público hay un ser humano con el dedo índice levantado pidiendo que lo lleven por mil, ese, es un rasgo bogotano.
– Un bogotano se asusta si ve un retén de la policía.
– Bogotano que se respete duerme con una camiseta de una campaña política pasada.
– Si no se ha emborrachado en la plaza principal de Melgar, usted no es bogotano. Carmen de Apicalá cuenta.
– Un bogotano es un experto en aguacates, se come las ciruelas y las uvas en los supermercados y no se asusta si es despertado por el grito estentóreo de “ Riiiiica la mazamorra paisa, paiiiisa” o “calienticooooos los tamaaales”.
– Un bogotano siempre está colgado con las cuotas del crédito Codensa, deja para el último día el pago del predial y por lo menos dos veces al año deja que le llegue el recibo rosado del teléfono al tercer mes de mora.
– Todo bogotano se ha hecho el dormido en el bus, ha padecido a los vendedores ambulantes, ha manoteado exasperado para que no le limpien el vidrio del carro, se ha pasado un semáforo en amarillo y odia que le hablen los desconocidos.
– Los bogotanos compramos electrodomésticos, ropa, programas de computador, música y películas chiviadas en San Andresito, hemos comido lechona en San Andresito y tenemos un tipo que nos vende lociones y trago bueno y con estampillas en San Andresito.
– Si quiere parecerse a un bogotano no dude en comer empanadas en la calle, colarse en una fila, visitar un Supercade, criticar el servicio de Transmilenio o tomarse un salpicón en la ciclovía. Diga siempre que en cinco minuticos llega, vaya a misa en sudadera, hágale un chiste flojo a la cajera del supermercado, orine en la calle por lo menos una vez en la vida, organice un asado el 25 de diciembre o el primero de enero, juegue ‘banquitas’ en la calle, diga siempre que a usted le gusta el vallenato, pero solamente el antiguo y la salsa pero la de antes. Juegue tejo, coma gallina ( de esas casi verdes calentadas a punta de bombillo en vitrina de vidrio) diga que es hincha del Barsa o el Real pero sufra en silencio con los goles que botan Wilder Medina o Dayro Moreno.
Tenemos fama de solapados, ‘pisapasito’ y de ‘gorreros’, pero en el fondo somos buena gente. Solamente basta con atreverse a conocernos. O por lo menos a parecerse un poco a alguno de nosotros…
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