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“Un sastre estaba siendo molestado por siete moscas mientras trabajaba y decidió acabar con ellas inmediatamente, y así lo hizo de una sola vez. Orgulloso de su hazaña, pues la cosa no era fácil, se hizo un cinturón donde bordó Siete de un golpe, y decidió que el mundo debía conocer su proeza y así echó a andar. En el camino se encontró con un gigante que, creyendo que la frase se refería a hombres en vez de moscas, le muestra respeto. Sin embargo, el gigante le pone a prueba en numerosos ocasiones, de las que el sastrecillo valiente sale indemne gracias a su ingenio. Después de librarse de él, llega a un reino donde también la frase de Siete de un golpe es interpretada como el lema de un poderoso guerrero, e impresionados, le encargan liberar la región de dos gigantes, un unicornio y un temible jabalí que tienen atemorizados a sus habitantes. A cambio, recibirá la mitad de un reino y la mano de una princesa. Nuevamente, haciendo uso de su inteligencia, el sastrecillo superará los retos que se le presentan consiguiendo después la magnífica recompensa”.

 

Hermanos Grimm

 

 

La semana pasada, dos hechos rompieron la modorra de noviembre. En un caso, un profesor y agrónomo de la Universidad Nacional cuestionaba la hoja de vida y la trayectoria de Raúl Cuero, otro profesor colombiano, que hasta ese entonces ocupaba en el imaginario del colombiano promedio, el espacio de un próximo candidato al Nobel gracias a sus inventos y su trabajo en la Nasa. Palabras más, palabras menos se decía que Cuero no era más que un charlatán, que sus publicaciones, más que tesis científicas eran reseñas sociales, que nunca había trabajado en la Nasa y que no había tales patentes.

 

No repuestos de ese golpe, apareció la historia de Luis Abel Delgado, un sencillo sastre pastuso que según todas las reseñas era ni más ni menos el encargado de confeccionarle la vestimenta al renunciado Benedicto XVI y cuyo nombre saltó a la palestra por un supuesto desayuno con el papa actual,Francisco I . Se llegó a decir que incluso, les había preparado unos pandebonos que los dos Papas habían degustado con alegría. Sin embargo, al poco tiempo surgió la historia opuesta que puso en duda que Delgado fuera el sastre del Papa y que por supuesto hubiera desayunado con ellos.

 Y es que esos dos hechos nos pintan de cuerpo entero a los colombianos. De un lado está esa tendencia tan nuestra de inflar las cosas, de decir lo que no somos, de omitir hechos, de creernos más que los demás, de ganar indulgencias con avemarías ajenas, de decir las cosas entrequesi y entrequeno  para que en esa franja gris, los demás se hagan una idea nuestra que en caso de ser descubierta sea fácil de ser lavada con un fácil “ yo nunca dije eso, pero tampoco lo contrario”…

 

Y claro, en esa orfandad de ídolos que padecemos cualquier persona que rompa el molde termina adquiriendo estatura mundial. Porque los colombianos además de cándidos, somos creídos y por eso nos metemos cuentos como el de que somos el país más alegre del mundo, que hablamos el mejor español del mundo, que el nuestro es el mejor café del mundo, que nuestra economía es la más prometedora del mundo, en fin, lo mejor de lo mejor del mundo. Solemos creernos más de lo que somos, pensamos que en nuestro país suceden cosas que a nadie más le suceden y esa es otra de las tantas mentiras que nos metemos en nuestro afán de parecer importantes.

 

Sin embargo, los casos de Cuero y Delgado también desnuda la inmensa envidia que nos carcome. Basta con que  alguien sea reconocido por algo para que lo pongamos en duda. Decía el célebre Cochise Rodríguez en su conocido reportaje con el poeta nadaista Gonzalo Arango, que «los colombianos nos morimos más de envidia que de cáncer». Y es verdad porque tal vez, los colombianos somos los más envidiosos ( del mundo). Nos duele el bien ajeno y si es de un pobre, un negro o un campesino, nos duele mucho más.

 

Pero bueno. Ya ha pasado algún tiempo y las noticias de este noviembre monotemático ya han empezado a sepultar estas historias y con seguridad nos quedaremos con la duda de si Delgado era apenas un sastrecillo valiente como el de los hermanos Grimm o un tejedor de coronas o  si Cuero más que científico, era un inventor…

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