Es absurdo que la Copa América 2020 tenga sedes tan separadas como Colombia y Argentina, y que el finalista deba jugar ocho partidos.
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Tras muchas especulaciones, la Copa América 2020 definió tanto formato como sede y dejó varias polémicas. Colombia, el país más al norte del sub-continente compartirá la condición de anfitrión con Argentina, el país más al sur. El torneo tendrá una fase inicial con dos grupos divididos por polos. Colombia compartirá el grupo norteño en su casa con Ecuador, Venezuela, Brasil, Perú, y un invitado. Lo mismo hará Argentina con Paraguay, Bolivia, Chile, Uruguay y otro invitado. Los cuatro primeros de cada grupo clasificarán a cuartos de final, en donde el torneo se trasladará a una sede y continuará como cualquier fase final. En total se jugarán 38 partidos. Menudo lío logístico.
Alejandro Domínguez, presidente de la Conmebol, explicó a inicios de esta semana que el sistema permitirá que cada seguidor vea a su país por lo menos cinco partidos y en una sede cercana. La intención es darle más espectáculo al aficionado. Eso y, claro, conseguir más dinero al hacer una Copa América con más partidos.
Las selecciones, verdaderas protagonistas, vendrán a la Copa América a sufrir. Hoy en día, la mayoría de jugadores élite juega entre 30 y 50 partidos por temporada. Sumarle a esto ocho partidos de Copa América al final del curso es arriesgar el físico de los jugadores y el rendimiento de su próxima temporada. En el Mundial del año pasado, futbolistas que fueron figura como Luka Modric o Antoine Griezmann pagaron los platos rotos de su excelente torneo con una temporada para el olvido. Con el formato de Mundial actual, los que al final ocupan los primeros cuatro puestos jugaron siete partidos, uno menos que los primeros cuatro en esta copa.
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En todo caso, el aumento de partidos es una batalla perdida con la industria. Lo que es una verdadera locura es poner a los dos países extremo de Suramérica a compartir la organización de la Copa América y, encima, hacer que cuatro de los ocho equipos de la fase final tengan que viajar a la sede final. Entre Bogotá y Buenos Aires hay seis horas y media en avión. Los equipos que deban atravesar toda Sudamérica para jugar los cuartos de final estarán en clara desventaja. Aparte del desgaste que implica el vuelo, las selecciones deberán ubicarse en una nueva sede y campo de entrenamiento, con todo lo que eso implica. Además, tendrán que adaptarse al clima (en Argentina será invierno y en Colombia una mezcla tropical). En el fútbol élite, estos detalles hacen la diferencia.
El torneo tendrá grandes beneficios económicos, tanto para la Conmebol como para los países anfitriones, pero el espectáculo dentro del campo estará demasiado condicionado por la distancia de las sedes y la cantidad de partidos. Afortunadamente, parece que Argentina podría desistir de organizar el torneo y Colombia estaría dispuesta a ser anfitriona única. Si eso sucede, la cantidad de partidos podría no pasar tanta factura a los futbolistas, pero sería un reto para Colombia organizar 38 partidos en un solo mes. Por ahora, queda esperar cómo se resuelve la novela y, dado el caso, preparar a los jugadores para el reto tan complicado que se les viene. A ver si alguien piensa en ellos.
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