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Muchos entienden la posible salida de Messi como una estrategia del argentino para tumbar a la directiva. De pronto sus razones son más sencillas.

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Desde que Lionel Messi notificó el martes por medio de burofax al Barcelona su intención de abandonar el club, un sector de la prensa se ha dedicado a tildar de manipulador al delantero argentino. Es público para el entorno del fútbol que Messi no se lleva bien con Josep María Bartomeu, presidente del Barcelona, y esto podría ser una razón importante para irse. Pero eso no equivale a decir que el capitán haya notificado su intención de abandonar el club con el objetivo de sacar al dirigente.

Ahora, es diferente lo que quiere Messi y lo que genera. Los jugadores y los directivos no están por encima de un escudo, pero si alguien se acerca a romper esa regla, así no lo desee, es Lionel. Barcelona tiene 26 ligas, 10 de ellas ganadas con Messi. Tiene 30 Copas del Rey, 6 de ellas de la mano de Lionel. 5 Champions están en el museo blaugrana, 4 de ellas conseguidas con él en la plantilla. 3 Supercopas de Europa y 3 Mundiales de clubes tiene el equipo culé y Messi estuvo en los seis títulos. En cuanto a la Supercopa de España, de las 13 que levantó el Barça, Leo hizo parte del equipo en 8. 

A todo esto toca añadir que Messi anotó 634 goles y dio 279 asistencias en el club, casi un 9 % de los tantos oficiales anotados por el Barcelona en su historia. El delantero, por ahora capitán azulgrana, es crucial en la historia y en el prestigio de la institución. Toda situación que amenace su permanencia en el equipo hace explotar a cualquier aficionado. Si Messi se quiere ir porque no ve un proyecto que lo haga disfrutar de su trabajo y no se lleva bien con sus jefes, es esperable que los hinchas quieran que todo cambie con tal de que el mejor jugador de la historia del club se quede hasta su retirada.

Según informa la prensa española, Bartomeu habría manifestado que daría un paso al costado si Messi comunica de manera pública que el Presidente es el problema y que se queda si el dirigente se va. Si esto es cierto, Bartomeu habría puesto en una situación incómoda a Messi. Al decir que se queda, dejaría un precedente incómodo en el club y en su carrera como el jugador que sacó a un presidente. En cambio, si anuncia que la decisión de Bartomeu no afecta su salida, podría dar a entender que su mala relación con la dirigencia es una excusa y que su salida tiene otras razones.

Ante ese jueguito de ajedrez político, Messi acierta en callar y no comprar peleas sucias en las que saldría manchado. Su acción no parece responder a una estrategia subversiva, sino al deseo de cualquier profesional: ser feliz en su trabajo. El tema puede ser así de simple. 

A Lionel Messi le quedan pocos años de hacer lo que más le gusta y que le paguen por ello. La situación en Barcelona, lugar en el que estaba muy cómodo, se volvió un caldero en el que él siempre termina mal parado. Tiene todo el derecho a decir basta e iniciar otro ciclo que le permita disfrutar sus años finales como profesional. Bartomeu sí es parte del problema, pero la intención de Messi no es armar una rebelión, sino buscar un buen proyecto profesional.

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