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“En menos de lo que piensas ya tendrás que irte”, me dijo mi amigo Diego después de un mes aquí en Colombia.

En ese momento, no le creía. Medio struggling, apenas llegada, sin haber viajado fuera de Bogotá, nunca imaginé que el tiempo pasaría tan rápido. La verdad es que cuando te sientes fuera de la zona de confort y lejos de lo que sabes, el tiempo pasa lentísimo. Claro, establecerse se demora un rato cuando uno se muda a medio camino del mundo para vivir en otro país.

Sin embargo, como decimos los Brits: “Time flies when you´re having fun”.

Creo que todo cambió cuando me di cuenta de que Colombia tiene mucho más que ofrecer más allá de Bogotá. Recuerdo el día en el que mi jefe me dijo: “tienes que salir de Bogotá los fines de semana para conocer Colombia o tus entradas del blog se pueden volver aburridas”. Y con esta orden empecé a viajar para conocer otras partes de este país, y ya: me sentí en casa.

Y aquí estamos: mi última semana en Colombia. Whaaaaaat?

Son ya cinco meses contándoles a ustedes, los lectores, mi Colombian Story y, créanlo o no, ya está llegando Navidad. Lo cual, en estas últimas semanas, he aprendido que aquí es una cosa seria. Las luces, por ejemplo, son impresionantes: Usaquén y Villa de Leyva se ven muy lindos iluminados. También, la cantidad de decoraciones y el esfuerzo que este festivo supone aquí me ha sorprendido bastante: como ejemplo basta tomar a la propia casa editorial de EL TIEMPO. Me siento en el taller de Santa Claus mientras todo el mundo trabaja como si nada hubiera pasado. Aunque algunos dirían, too much

Sin embargo, y en esto soy fiel a mi país, para mí nunca habrá nada mejor que la Navidad en Inglaterra. Sentarse al lado de la chimenea con un chocolate Bailey’s y un mince pie es el plan ideal de las festividades. Extraño los mercados navideños que se encuentran en casi todas las ciudades y, a pesar de que Colombia tiene su chucuchucu (love it), la música navideña inglesa es una cosa única.

Bueno, recuérdenme, ¿por qué vine a Colombia? Ahh, sí: para hacer una pasantía. Hablemos, entonces, de esto…

‘Curva de aprendizaje’ ni siquiera explica mi práctica aquí en EL TIEMPO. Creo que he aprendido más trabajando acá durante estos cinco meses que en mis dos años de universidad.

Afortunadamente, tuve la suerte de estar en Colombia durante un periodo de tiempo muy especial e interesante para el país, tanto desde el punto de vista periodístico como del de los colombianos. Como todos saben, han sido seis meses importantes para el proceso de paz. Por eso, la oportunidad de estar en la sala de redacción el día en que se anunció un importante avance entre el gobierno y las Farc en septiembre y, más recientemente, el acuerdo histórico por las víctimas del conflicto, me dieron la oportunidad de ver esta sala de redacción at its best.

Además, esta segunda mitad del año ha visto un periodo de cambio no sólo para Colombia entera, sino en particular para la capital. Las elecciones a la alcaldía de Bogotá mostraron otro ejemplo de la esperanza que simboliza este país y la emocionante perspectiva de prosperidad para esta ciudad. No olvidaré el ‘show’ que fue #ElDebateBogotá, que nos convirtió en segunda tendencia mundial en Twitter: un gran logro para mi equipo de Redes Sociales.

Desde salir en televisión diariamente (gracias María Beatriz), trabajar en la campaña de Twitter @TuneldeELTIEMPO, entrevistar a invitados en vivo por Periscope, manejar el famoso ‘reto Instagram de la semana’ y  trabajar como intérprete, hasta -por fin- publicar una nota en EL TIEMPO impreso y digital. A pesar de todas las limitaciones (de no ser periodista, ni nativa en español, ni colombiana) ¡lo logré!

Además, mi papel activo en abrir la primera cuenta de Snapchat de EL TIEMPO me envió a cubrir un montón de eventos con sólo un celular: desde el Bogotá Fashion Week, hasta el lanzamiento del mundial de rugby y la construcción del rascacielos más alto de esta capital.

Y, por supuesto, escribir este blog me dio una manera de recordar todas las memorias de mi tiempo acá y la oportunidad de compartirlas con todos ustedes.

Entonces, unos agradecimientos…

Gracias a mi jefe Wilson, por ‘throwing me in at the deep end’, por empujarme a hacer cosas que nunca habría hecho, por darme confianza y experiencia. Y sobre todo: por creer en mí.

También, a mi querido equipo de Redes y del puntocom, por ser una familia. Y a los queridos profesores, Sami y Moti, por nuestras charlas diarias.

Y, para terminar esta última entrada, en lugar de lo usual ‘mi semana en cinco puntos’, decidí resumir mi tiempo en Colombia en una forma un poco diferente.

5 cambios imprevistos:

  1. Ya me gusta (la mayoría) de la comida colombiana.
  2. Ya me encanta la música colombiana.
  3. Ya sé (más o menos) lo básico de la salsa.
  4. Ya sé que es posible vivir sin los home comforts.
  5. Por fin subió mi nivel de español, gracias a Dios.

5 lecciones aprendidas:

  1. Lo que doy por sentado en mi país.
  2. Que está bien estar solita.
  3. Que, de verdad, me falta muchísimo por aprender de la vida.
  4. Que los ingleses tienen que chill out.
  5. Que Colombia es BELLA.

Lo mejor de Colombia en 5 puntos:

  1. Mi equipo del trabajo. Y, créanselo o no: ¡los almuerzos de Eurest! A pesar de la comida, la conversación, compañía y risa de mis queridos colegas los hicieron amigos de por vida. Ya saben quiénes son: se les quiere un montón.
  2. La locura de los fines de semana en Los Llanos, gracias Alejito.
  3. Por supuesto, las noches de rumba. Una discoteca inglesa nunca será lo mismo.
  4. Pasear por Colombia, ya sea con amigos de Inglaterra, con mi familia, o amigos hechos acá: me dio la oportunidad de conocer este increíble país.
  5. La vida colombiana: la calidad, cultura, música, y sobre todo, la gente.

 

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