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Si usted es covid positivo en los Emiratos Árabes Unidos, como me sucedió a mí, debe reportarse a las autoridades sanitarias y someterse a exámenes médicos. Desde el momento en que entré al hospital Mafraq -en las afueras de Abu Dhabi, ciudad capital- hasta el momento en que salí pasaron dos horas. Me hicieron un electrocardiograma, unos rayos X de pulmón, exámenes de sangre y, por último, una tomografía. Ahora solo quedaba esperar la decisión de una doctora.

—Tiene una infección pulmonar —dijo la doctora con acento surafricano—. Debe aislarse hasta que de negativo dos veces. Por favor, vaya a esta oficina (la médica me entrega un papel) para que le asignen un centro de salud.

La verdad no esperaba esto. Había ido por, lo que yo creía, unos exámenes de rutina, con algunas recomendaciones para pasar la cuarentena en casa; pero no, ahora terminaría en un hospital. No llevaba nada conmigo y necesitaba volver a mi apartamento, a 45 minutos de donde estaba en ese momento, a hacer una maleta con lo esencial. A este punto me preguntaba: y entonces, ¿de qué me sirvieron las dos dosis de Sinopharm, la vacuna china, que me habían puesto entre noviembre y diciembre del año pasado? El temor y la duda comenzaban a rodar su película de terror en mi cabeza. Después, la experiencia vivida me daría una repuesta.

—Se le ha asignado un cuarto en el Hospital de los Emiratos —me dijo un enfermero filipino—. Un Uber lo llevará a su apartamento a recoger su maleta y luego al hospital. 

Como dato curioso el hospital Mafraq tiene servicio gratis de Uber para sus pacientes con covid.

El Hospital de los Emiratos -con 1.200 camas, a donde fui remitido- es uno de campaña que se encuentra en las afueras de Abu Dhabi, y ocupa 29 mil metros cuadrados. Además de contar con todo un equipo completo de salud, al hospital lo apoyan 46 doctores y 155 enfermeras(o)s. Como este centro provisional de atención, solo para pacientes con covid-19, hay dos más con una consigna, esbozada por el príncipe heredero, Sheikh Mohamed bin Zayed Al Nahyan, en la siguiente declaración: “El estado no ahorrará esfuerzo en garantizar salud y seguridad pública, política que tiene alta prioridad para el liderazgo de los Emiratos Árabes Unidos”. 

Llegué al Hospital de los Emiratos como paciente con síntomas leves, asintomático diría yo. Aquí estuve trece días aislado y sometido a tres chequeos por día: uno de tensión arterial, un segundo de niveles de oxígeno en la sangre, y por último un examen de temperatura corporal. La primera semana fue la más difícil con dolores de cabeza y malestar general dando positivo una y otra vez. Para salir del hospital debía ser negativo dos veces. Finalmente, ese día llegó, aunque ahora enfrentaba un segundo problema: mi esposa e hijo en casa eran positivos. Lidiaba también con un sentimiento de culpa porque fui yo quien les había pasado el virus. Me tocó entonces aislarme en un hotel por dos semanas acompañado por mi peso de conciencia.  

Hubo en esta experiencia muchas lecciones aprendidas. Una: que haberse puesto la vacuna no garantiza la prevención del covid-19, pero sí atenúa los ataques severos de este virus. En mi caso, si no hubiera tenido la vacuna, tal vez, hubiera terminado en una UCI, con todas las implicaciones de este penoso escenario. Otra lección aprendida y reforzada es que este es un virus de una poderosa capacidad y velocidad de contagio: muy a pesar de todo el cuidado que tuve el virus se las arregló para infectarme; encontró un resquicio. Para mi fortuna, lo vivido tuvo un final con poco que lamentar.

En otro aspecto, el escenario de una pandemia en un país como los Emiratos Árabes, donde confluyen muchas culturas y lenguas, tiene vivencias y anécdotas muy peculiares e inesperadas. Nunca imaginé, por ejemplo, encontrar en el hospital dos enfermeras cubanas, a las cuales les hablaba en inglés todo el tiempo. Solo nos enteramos de que compartíamos el mismo idioma unos días después, cuando yo escuchaba noticias en la radio. Tampoco falto el drama, como el de un paciente, cuyo idioma ningún médico hablaba, que tuvo que conectarse por wasap con un familiar, en su país, que hablaba inglés. Los médicos pudieron finalmente construir su historia médica a punta de mensajes. En esa indescifrable melodía de etnias, el único sonido familiar era el de la tos, crónico e indomable, que a muchos no nos dejó dormir por varias noches.

A la hora de las comidas teníamos un menú multicultural, que incluía cocina filipina, árabe, india y occidental. Las porciones se caracterizaban por lo básicas y abundantes.

Quiero, para terminar, expresar mis profundos agradecimientos a las autoridades sanitarias de la ciudad de Abu Dhabi por la atención brindada. Las personas en los Emiratos Árabes Unidos que han sufrido por covid y se han recuperado experimentan de primera mano la férrea convicción del gobierno emiratí en estos tiempos: la gente es lo más importante. 

Marcelino Torrecilla Navarro

Abu Dhabi, Emiratos Árabes Unidos

Abril de 2021

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