Un migrante en Navidad: un abrazo a la nostalgia y un beso a la gratitud
Diciembre es un mes que despierta emociones únicas, y para muchos, la Navidad llega con una mezcla de alegría, nostalgia y, a veces melancolía. Para quienes estamos lejos, estas fechas se convierten en un viaje emocional en el que los recuerdos, los deseos y la realidad se encuentran.
Quiero empezar reconociendo algo importante: ¡está bien sentirlo todo! Está bien emocionarse hasta las lagrimas al recordar las risas familiares durante esta época de Navidad y, al mismo tiempo, sentir un vacío enorme al saber que este año no podrán estar juntos. Es normal tener momentos de gratitud por las personas que tenemos cerca en nuestra nueva vida y, al mismo tiempo, desear con todo el corazón estar de vuelta en casa, rodeados de abrazos familiares.
La Navidad lejos de Colombia siempre deja un pequeño nudo en el corazón. Después de veinte años como migrante, hay una parte de mí que sigue añorando el bullicio de las novenas, el eco de los villancicos cantados a coro, las luces mágicas de los alumbrados que iluminan cada esquina y, por supuesto, el aroma inconfundible de la natilla y los buñuelos recién hechos. Esas cosas no son solo tradiciones; son pedacitos de hogar, de esa alegría única que solo se siente en nuestra tierra durante esta época.
Con el tiempo, aprendí que no se trata de «reemplazar» las tradiciones o los momentos que dejamos atrás, sino de darle espacio a lo nuevo sin dejar de honrar lo que amamos. Ese equilibrio puede ser difícil, pero también es un recordatorio poderoso de lo lejos que hemos llegado y de la resiliencia que nos define como migrantes.
Para quienes tienen lejos a sus familias este año, quiero decirles: sus sentimientos son válidos. Si lloran, está bien; si sonríen al recordar, también está bien. La nostalgia es la prueba de cuánto amamos lo que dejamos atrás, pero la gratitud nos conecta con lo que tenemos hoy. Estas fechas pueden ser una oportunidad para reconectar con nuestras emociones y reflexionar sobre lo que hemos logrado. El hecho de estar lejos no significa que hemos perdido nuestras raíces, sino que las estamos llevando con nosotros, adaptándolas y transformándolas.
Si este año te encuentras celebrando de manera diferente, permítete abrir espacio para nuevos recuerdos. Rodéate de las personas que la vida te ha regalado en esta etapa y regálate también un momento para abrazar lo que sientes. La Navidad no siempre será como la imaginamos, pero eso no la hace menos especial. De hecho, casi siempre nos sorprende con una magia inesperada, esa que nos enseña a encontrar luz y calidez incluso en los lugares más inesperados.
Te invito a despedir este año con la certeza de que, aunque las emociones sean mixtas, estás haciendo lo mejor que puedes con lo que tienes. La distancia nunca podrá superar la fuerza del amor que nos une a nuestras familias y amigos, es un lazo invisible pero irrompible que atraviesa fronteras y continentes.
Cada paso que damos lejos de casa es un recordatorio de nuestra valentía, de nuestra fortaleza y de esa capacidad única de soñar, crecer y encontrar oportunidades incluso en los desafíos más grandes.
Que esta Navidad sea un espacio para abrazar tus emociones, recordar con amor lo que llevas en el corazón, agradecer por cada lección aprendida y, sobre todo, soñar con todo lo maravilloso que el futuro tiene preparado para ti, ¡con un mundo de posibilidades! ✨
Con cariño,
Caro Monroy
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