Hace muchos años pensaba que el éxito se alcanzaba a través del trabajo, del hacer, a través de las cosas materiales a las que lograra acceder.
Para mí, en esa época, el éxito era sinónimo de trabajar para una empresa multinacional con miles de empleados. Tener un grupo de gente a cargo, asistir a muchos eventos sociales y representar a esa compañía en diferentes lugares del mundo. Por supuesto, acompañada todo el tiempo de un sentimiento de logro y orgullo que nunca me abandonarían.
Esa idea de éxito cambió cuando empecé a conocer otras realidades diferentes a la mía, cuando dejé de compararme y decidí explorar el mundo con los brazos abiertos para darle la bienvenida a las posibilidades que en él había.
Esto me conecta con mi primer trabajo como estudiante internacional en un café. Ser amigable y sonriente me aseguró un lugar en la caja registradora. Recuerdo la sensación de logro por haber conseguido ese primer trabajo y la emoción de ponerme todos los días la gorra de color vinotinto con una estrella bordada al frente y la pañoleta de igual color colgada en el cuello. No era la empresa con la que había soñado, pero sin duda, me sentía muy exitosa estando allí. Esto me hizo cuestionarme lo siguiente: si el éxito es alcanzar las metas que me propongo, ¿qué pasa con las metas que no alcanzo?, ¿eso me convierte en una fracasada?, ¿tengo que ponerme metas todo el tiempo?
A través de muchas conversaciones comprendí que lo que muchos tenemos en común es que perseguimos la autorrealización, sentirnos plenos con cada paso que damos, y que el éxito es el disfrute de ese proceso. Y este proceso es tan subjetivo, tan variado e individual como las estrellas en el cielo. Por eso, deberíamos sentirnos felices por el éxito de otros y simultáneamente por el nuestro, porque no están en conflicto, porque todos tenemos la oportunidad de caminar nuestro propio camino y de diseñarlo como queremos.
Por eso, mi querido lector, si te estás comparando con otros y pretendiendo alcanzar “su” éxito, estás emanando energía hacia el lugar equivocado. Es bueno usar modelos a seguir como motivación para ayudarte a llegar a donde quieres, pero hazlo a tu manera, en tus tiempos y de acuerdo con tus recursos. Compararnos con otras personas es uno de los ingredientes perfectos para sentirnos frustrados e infelices y en muchos casos puede dejarte con la sensación de no ser lo suficientemente bueno o capaz.
Finalmente, el éxito es una sensación que se construye en el aquí y ahora, es el proceso que emprendes para llegar a eso que para ti es importante. Entre más conectado estés con este propósito, mayor será la motivación para seguir avanzando.
Ahora entiendo que el éxito está en el ser y viene de adentro, es una consecuencia de intentarlo hasta el final, de hacer todo lo posible por convertir lo ordinario en algo extraordinario.
Así que enfócate en tu propio proceso y en tus resultados. ¡Si vas a competir con alguien, asegúrate que sea contigo mismo!
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Totalmente de Acuerdo
Cada uno de nosotros venimos con un propósito a este precioso viaje llamado vida t el secreto esta en compartir la travesía sin absolutamente nada de egoismo
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Hola Luis, tienes toda la razón! Como dices, sin egoísmo podemos enfocarnos en nuestro proceso y así mismo acompañar a otros, juntos somos mas grandes! Gracias por pasar a leer y comentar 🙂
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