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Todavía estoy como atónito, impactado. Con ese algo que se siente por dentro como una mezcla de tristeza, de incredulidad. Me quedo con la mirada perdida y la mente volando, pensando en cómo pudo ocurrir que un teatrero, haciendo gozar a su público, resultara herido por las llamas y, al día siguiente, dejara de existir, luego de que todos pensamos que afortunadamente se había salvado.

 

Ocurrió el domingo pasado. En el Malecón de Cúcuta se estaba desarrollando el festival de lanzamiento de los intercolegiados y los miembros de un grupo de teatro callejero habían pedido que los dejaran participar, aunque no eran estudiantes. Los hombres iban con el torso desnudo y con una especie de falda de fique, simulando a los indígenas, puesta encima de una pantaloneta corta. Las mujeres iban en traje de dos piezas y también llevaban ese atuendo.

 

Se estaban divirtiendo y, más aún, estaban divirtiendo a la gente. Juan David Camargo, de 22 años, era el ‘tragafuegos’. Y en una parte del trayecto le pidió a uno de los fotógrafos de un periódico local que le tomara una foto lanzando el fuego al viento desde su garganta. Se lució para las fotos. Pero él quería verlas de una vez. ‘Deje ver cómo quedaron’, le dijo al fotógrafo y, cuando las estaba viendo, su falda de fique empezó a quemarse con el fuego. Había hecho contacto con la mecha, aún prendida.

 

Se lanzó al piso para tratar de apagarlas y dos de sus compañeros, un hombre y una mujer, se abalanzaron sobre él para salvarlo, pero sus faldas de fique también se prendieron. Quienes estaban alrededor trataban en vano de ayudarlos, incluso enviándoles chorros de agua que venden en bolsas.

 

Juan David logró arrancar buena parte del fique y romper su pantaloneta, que ya estaba prendida. Su amiga se lanzó a una caja de hielo que había allí para almacenar cervezas en lata, y logró librarse de las llamas. El otro amigo también pudo apagar el fuego. Las ambulancias se los llevaron a los tres.

 

Me enteré de ello cuando llegó la periodista que estaba cubriendo el evento. Me explicó lo ocurrido y me dijo que el fotógrafo había tomado fotos de todo. Miré primero las del desfile, escogí las mejores y luego sí me concentré en las del accidente.

 

Había dos secuencias. Una, la de Juan David, a quien veía por primera vez en la vida. Aparecía en el suelo, luego parado, luego cuando se arrancó la pantaloneta, después cuando, valientemente, digo ahora, se mantenía en pie y recibía de un zanquero algo de ropa para poder cubrir su intimidad.

 

La otra secuencia mostraba a la mujer en su lucha por apagar el fuego con el hielo y a dos hombres tratando de ayudarla. Uno le lanzó el líquido que tenía en un frasco y el otro corrió a abrir con su boca más bolsas de agua para seguir echándole, hasta que lograron acabar con las llamas.

 

Había que decidir cómo íbamos a dar esa noticia. Nada más con ver las fotos, los periodistas y yo quedamos estupefactos.

 

La ciudad tiene derecho a saber que eso pasó. Pero, me pregunté, ¿qué le va a aportar a la comunidad la exposición de esas fotos? Se me vinieron a la cabeza todas las que envían las agencias internacionales cuando algo así ocurre. Pero, ¿debíamos hacer lo mismo? Decidí que no. Podíamos decir y mostrar lo que pasó, sin impactar tanto a los lectores.

 

Por ello publicamos solo dos fotos: una en la que aparece Juan David, apenas empezó el fuego, y otra de la joven tratando de apagar las llamas en la caneca de hielo. La noticia la dejamos como un recuadro de la nota del desfile y la titulamos solo ‘Incidente’.

 

Y en la contraportada publicamos la foto que él se quería tomar. Su acto de ‘tragafuegos’ en plena acción. La pusimos lo más grande que pudimos. Yo tenía la esperanza de que al día siguiente algún familiar o amigo le llevara el periódico y él pudiera decir: ‘por lo menos salió la foto’.

 

Fue en el consejo de Redacción del día siguiente cuando el periodista judicial nos informó que Juan David había muerto. Nos quedamos atónitos. ¿Cómo muerto, si estaba en pie cuando llegaron las ambulancias, habló luego con sus amigos y se tenían esperanzas en su recuperación?

 

Lo que no sabíamos era que un alto grado de sus heridas eran internas, porque en el momento del accidente él aún tenía líquido en la garganta, luego de su actuación. Y eso lo llevó a la fatalidad.

 

Al día siguiente publicamos una nota muy hermosa que escribió el periodista Darío Monsalve y tenemos en Facebook la secuencia de cinco fotos de las que él quería que salieran: las de su actuación.

 

Hoy solo me queda decir que me duele. No conocí a Juan David, pero luego me enteré de su amor por el arte, por la vida, por su familia. Y es de lo que está orgullosa su madre. Y de lo que deben estar orgullosos todos aquellos que lo conocieron. A todos ellos, un sincero abrazo fraterno.

 

Twitter: @VargasGalvis

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