La facilidad con la que se reproduce la información a través de la Red ha sacado a la luz un fenómeno comunicacional que hasta hace algunos años era fácil de identificar. Las noticias falsas estaban relegadas a periódicos de poca reputación y baja circulación, pero la manera indiscriminada en la que hoy consumimos información y nuestra dependencia de los contenidos digitales, ha elevado su amenaza; su impacto en nuestra vida y en la forma como entendemos y conocemos lo que sucede en el mundo es cada vez más evidente, ¿cómo se definen y cómo reconocerlas?
Las “noticias falsas” se han vuelto populares en los últimos meses, al convertirse en el apelativo con el que Donald Trump descalifica a fuentes de información con las que no está de acuerdo o no lo dejan bien parado. El espectáculo mediático que desplegaron las elecciones en Estados Unidos fueron el insumo para construir cientos de noticias falsas que acabaron afectando a la opinión pública.
Un caso conmovedor tocó a la audiencia que seguía el proceso de rescate de sobrevivientes al terremoto de México. La búsqueda de la pequeña Frida, una niña que supuestamente estaba atrapada en las ruinas de un colegio, se convirtió en un símbolo de esperanza en medio de la catástrofe, luego se comprobó que Frida nunca existió.
En nuestro país, contenido como el que produce Actualidad Panamericana, lo reconocemos hoy como humorístico, pero en un principio no era tan clara esta distinción. Si no, que lo diga el ex vicepresidente Francisco Santos, que hace unos años compartió información de ese sitio como si fuese cierta. Esto no quiere decir que las audiencias seamos crédulas o incautas, lo cierto es que estos sitios están diseñados intencionalmente para hacer pasar sus contenidos como información verídica.
Tanto se ha normalizado el uso de noticias satíricas que algunas personas utilizan la expresión: “No es Actualidad Panamericana” de forma aclaratoria al compartir noticias reales que parecen inverosímiles: “Fiscal anticorrupción capturado por presunta corrupción” o “Congresistas no fueron a debatir Ley de Ausentismo”.
De todas las noticias falsas, las satíricas son definitivamente las más fáciles de identificar y las menos dañinas, pero son sólo una de muchas que abundan en la Red. Dentro de una amplia clasificación de este tipo de contenidos, la investigadora Melissa Zimdars distingue aquellos que son extremadamente parcializados, como por ejemplo los de sitios con afiliación política o religiosa muy arraigada; los que se basan en rumores o información sin confirmar; los conspirativos; los pseudocientíficos, que divulgan información sobre extraterrestres, magia y temas sobrenaturales y entre otros, sitios con el llamado “discurso de odio”, que promueven información discriminatoria.
¿Qué tan fácil es identificarlas?
De acuerdo a algunos estudios planteados en el contexto anglosajón, como el que realizó el Stanford History Education Group, es claro que los jóvenes no han desarrollado herramientas para distinguir una información verídica de una falsa. Por ejemplo, más del 80 por ciento de los encuestados creía que anuncios con la leyenda “contenido patrocinado” constituían una información verídica. En otras pruebas, se encontró también que muy pocos pueden identificar las motivaciones en noticias con una marcada agenda política (la prueba mostraba información de la Asociación Nacional de Rifles de Estados Unidos).
El estudio de Zimdars propone una serie de recomendaciones para analizar la veracidad de la información, como analizar el dominio, revisar si el documento menciona de dónde se obtuvo la información, el estilo de escritura, la apariencia del sitio y la relación entre lo prometido en el titular y el contenido del documento.
Compañías como Google o Facebook han prometido tomar acciones mediante herramientas que permiten identificar la procedencia de la información, una medida que mitigaría la propagación de noticias falsas mediante la identificación de las fuentes.
Pero más allá del compromiso de grandes compañías, como usuarios podemos empezar a compartir información de manera más responsable. Para los educadores, es un momento especial para hablar con nuestros estudiantes sobre este fenómeno y promover el consumo responsable de información.
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