Ahora estoy seguro: cada ser humano nace con las líneas de su vida meticulosamente escritas. Esa tarea ya nos la hicieron hace rato, así que bien pueden calmarse.
Y sí, me ha pasado casi toda la vida. Cada cosa que hago, cada decisión que tomo es el capítulo de una larga cadena de hechos que, de verdad, casi siempre han jugado a mi favor.
Con todo esto, y luego de una serie de situaciones personales sacadas de una mala telenovela mexicana, terminé embarcado en un viaje a Europa donde comí haciendo uso de la intuición y, por supuesto, de las recomendaciones de mis amigos.
Entonces, aquí les va la primera de tres entregas (como para no cansarlos con tanto dato), donde les comparto una lista de lugares que bien podrían visitar este verano si tienen la fortuna de darse la vuelta.
Lisboa
En el día se puede empezar con algo suave, como ir por unos pasteles de Belém (€2,10 c/u), que son unas torticas de crema horneadas y a las que se les puede echar azúcar pulverizada o canela; de ambas formas van muy bien. Y aunque los venden en muchas partes, yo sugeriría ir por los originales a la tienda del barrio Belém. De hecho, y como para seguir en la misma onda, también puede pasar por la Casa Portuguesa del Pastel de Bacalao, local al que no le falta público y que vende unas bolas fritas de pescado rellenas de queso derretido absolutamente deliciosas (€3,45 c/u). Sin embargo, para mí, lo más ganador fue caminar en la noche por Barrio Alto, recorrer las calles estrechas y celebrar el Festival de la Sardina, donde arman improvisados locales con música y cerveza, todo con el único pretexto de comer el pescado de la temporada hecho siempre a la parrilla y por solo €1,25 la unidad. Los portugueses se vuelven locos con esto y hay que estar ahí.
Porto
Si en Porto propone matrimonio y le dicen que no, no lo dude, usted fracasó como amante. Es que no tiene pierde y, diría yo, no tendría por qué recibir un no como respuesta, pues en esta ciudad todo es divino y romántico. Pero bueno, con el amor uno nunca sabe nada.
El caso es que como yo iba solo, una amiga venezolana -lindísima ella- me contactó con un parche bacano de amigos suyos, que me llevaron a diferentes lugares y en la memoria quedaron dos: el Café Santiago, donde venden unas bombas llamadas francesinhas, que traen carne, mortadela y jamón, todo envuelto en un par de panes tostados y un abundante baño de queso, salsa especial de la casa, huevo y una ronda de papas a la francesa (la top, la mía, la más poderosa costaba €11); y la Casa Guedes, que como buen local exitoso, se merece una pequeña fila de diez minutos para esperar un sándwich de pernil de cerdo desmenuzado con delicada paciencia por un señor que poco le importa la espera de los comensales, pero que sí se preocupa por la factura de su producto, que además viene con un muy sabroso queso de montaña. Esto y una cerveza por €5,20. Ambos lugares de todo mi gusto, así como el mismo país, que es increíble.
Próxima entrega: Barcelona, Madrid y Roma. Siguiente: París, Berlín y Varsovia.
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