¿Qué se puede decir nuevo de México cuando ya se le ha botado toneladas de tinta? Seguramente muchas cosas nuevas, porque cada persona tiene su propio viaje y una manera única de vivirlo. Aunque no deja de ser una tarea difícil.
Pero una buena salida a este lío es no improvisar, ni tratar de descubrir la rueda con guías pendejas de viaje, sino morir con la de uno. Y la mía fue así:
El D.F.
Seis días en Ciudad de México es tiempo insuficiente para escudriñar semejante maravilla, pero sí es sobrado para moverse y saber de qué está hecha. Entre mis recomendados están la Cafebrería El Péndulo, en La Roma, donde además de café, libros, películas y vinilos, también hay muy buen ambiente, rica cocina y sabrosos tragos; las tostadas del mercado de Coyoacán (Fundada en 1956. ¡Que no te engañen!, como dice el cartel), con ingredientes que van desde camarones, jaiba, pulpo, champiñones, pollo, pata de res, atún, etc., y con precios que no pasan de los 40 pesos mexicanos; la taquería Álvaro Obregón, que es una más dentro de las millones que hay en esta ciudad, pero me gustó por tres cosas: primero, por la fila que se arma en las noches para llegarle a un taco (buen indicador); segundo, porque los precios me parecieron honestos con el sector y con la comida (10 pesos mexicanos un taco al pastor, tal vez el más común); y tercero, por lo más importante: todo muy apetitoso. Por último, todos dicen que en México se debe comer en la calle, y sí, es una tarea que se debe hacer. Pero allá, como acá, usted sabe a qué se atiene. Por eso, si es de estómago delicado, haga una pausa y pregúntese: ¿qué necesidad?
Puerto Vallarta
De los cuatros días en Puerto Vallarta, dos cosas para recomendar: la primera, visitar un carrito callejero llamado Arrieros Mari Paz, que es de una señora con más de quince años en las faenas de andén atendiendo comensales (y me atrevería a decir que pocos o casi ningún extranjero), porque es un chuzo de barrio, no de zona hotelera, donde se maneja de forma magistral, como en otros lugares del país, lo que muchos le hacen el feo: labio, trompa, cachete, sesos, etc. Para terminar, hay una playa llamada Sayulita, un pueblo muy tranquilo a una hora de Puerto Vallarta. Es famosa por el surf, pero si el deporte no es lo suyo, también es un planzote pedir un aguachile playero, tomarse unos tragos y esperar a que caiga el sol.
Otros planes
Salir del mercado de Coyoacán (a reventar de tostadas) y sentarse a ver los viejos bailadores de parque; ir a las pirámides de Teotihuacán, pero sobrevolarlas en globo; entrar a las luchas en la Arena México (más mexicano, ¡difícil!); visitar la cantina Tenampa en la plaza Garibaldi; ir al campus de la UNAM, todo un ejemplo de lo que debe ser una universidad pública bien cuidada; e ir al Museo Frida Kahlo, que si conoce algo de la artista -que ya hasta raya con el cliché-, seguro se sorprenderá gratamente.
Bueno, tantos otros planes que hice y miles más que dejé de hacer, pero tampoco me preocupa, porque es un país al que siempre se quiere volver. No lo dude.
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