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Panacota con jalea de curuba

Panacota con jalea de curuba de Tres Bastardos.

Yo sí quiero unirme a las flores que le vienen echando blogueros y periodistas al restaurante Tres Bastardos; primero, porque conocí hace algún tiempo cuando trabajaba en otro local bogotano a Francisco del Valle, uno de los argentinos que hace parte de este trío de cocineros, y la verdad es que me pareció un bacán, un tipo sencillo; y segundo, porque es de esos locales que nació en medio del arribismo y el despilfarro capitalino, pero que a mi modo de ver se creó con los pies en la tierra: una mesa, 14 puestos, todos con todos, una pequeña esquina, pocos lujos, pero sí mucho gusto. Eso es todo, sin más.

El cuento es así: hay tres cocineros, uno de ellos, Francisco del Valle, prepara lo suyo de lunes a sábado entre las 12 m. y las 3 p.m.; el otro, Nicolás López, coge el timón de jueves a sábado entre las 8:00 p.m. y las 11:00 p.m; y el tercero, Julián Hoyos, de quien no he tenido la fortuna de probar lo que hace, está de lunes a miércoles en horas de la noche. Ahora bien, si se pregunta por qué alguien le podría dar este particular nombre a un restaurante, la respuesta está en un artículo que hizo la periodista Liliana Martínez Polo, así que bien puede revisar este enlace.

En mi primera visita, el menú de Francisco del Valle empezó con una ensalada de rúgula, mango y queso azul; y siguió con un cordero al vino tinto y polenta. Lo anterior, más el jugo, por $25.000. El final, el postre, fue una panacota con jalea de curuba ($9.000). Una delicia. Y aunque está pensado de forma estratégica, creo yo, como un menú oficinero, para mí esto es de mucho nivel.

Nicolás López tiene otra onda diferente, porque su menú es de cinco o nueve pasos. Yo probé el de cinco, que cuesta $58.000, pero como siempre está cambiando, si usted va le puede tocar algo distinto a lo mío. Lo que sí me arriesgo a contarle es que los ingredientes, a pesar de que todos son muy básicos, están preparados con una desbordada creatividad, y de esto me quedaré con el sabor del calabacín quemado. ¿A quién en sus cinco sentidos se le podría ocurrir quemar una hortaliza y servirla en una mesa? Pues este señor lo hace, y lo hace muy bien.

Así que, aunque podría ser uno de los restaurantes más sencillos a los que he ido -hablando por su mobiliario-, creo que sí es un lugar que descresta por su gran espíritu, pero sobre todo por su enorme personalidad.

Dirección: Calle 71 #10-81.
Teléfonos: 320 981-3836 y 320 326-5188.

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