Es bien sabido el déficit de espacio público en las ciudades y la necesidad de destinar nuevas zonas para la libre circulación, el intercambio, la socialización y el esparcimiento de los ciudadanos, tales como parques, plazas, senderos peatonales, andenes más anchos, entre otras opciones.
Pero aparte de la necesidad de más espacio, falta también comprensión y respeto por parte de la ciudadanía por lo que es público, ya que con frecuencia se termina privatizándolo o impidiendo el disfrute general.
Entre las nueve definiciones que el Diccionario de la Lengua Española ofrece para la palabra “público” se tiene que es “accesible a todos”, es decir, se trata de una concepción comunitaria en la que prima el interés general sobre el individual.
La justificación de muchas personas es que como el espacio es público entonces no hay problema si cualquiera se apropia de él. A partir de esa premisa es que vemos el espacio peatonal invadido por comercios o por carros y motos estacionados, o incluso el cerramiento intempestivo de calles, sin el debido permiso de las autoridades, para llevar a cabo distintas festividades familiares.
Algo como el andén de una casa con frecuencia es considerado y usado como si fuera parte de la propiedad del dueño de la residencia, y en tal sentido se le embaldosa, haciéndolo resbaladizo cuando llueve, o se le pone obstáculos como rejas o comercios, en especial de comidas. O es el caso de muchos concesionarios que estacionan los autos para la venta en los andenes, o los talleres de mecánica que arreglan motos y carros en las aceras e incluso hasta en la vía. Tal vez estas personas no saben o no les importa que el andén también hace parte del espacio público para el libre tránsito de todos los ciudadanos.
Aunque son muchas las quejas ciudadanas por la invasión y la privatización del espacio público que ponen en riesgo la seguridad de los peatones, lo que se ha visto es una debilidad política para hacerle frente a la problemática, presente en muchas ciudades capitales del país, pues no se trata de situaciones escondidas, esporádicas o poco usuales; por el contrario, están a la vista de todos y se han vuelto parte normal del panorama, afectando la calidad de vida de las ciudades.
El espacio público debe tender a la mezcla social y a garantizar en términos de igualdad la apropiación por parte de diferentes colectivos sociales y culturales, de género y de edad. Por el contrario, su privatización hace referencia al interés particular o corporativo, a aquello que no pertenece a todos, sino a unos pocos. Por supuesto, los ciudadanos deben ocupar y apropiarse de los espacios de la ciudad, cosa muy diferente a adueñarse de ellos imposibilitando que otros también los puedan disfrutar.
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