A raíz de la información que se ha publicado por la muerte de Fidel Castro, los odios y amores que despertaba, del recuento de su vida como héroe y como villano, pensé que resulta muy difícil tratar de descifrar a un muerto a punta de adjetivos buenos y malos o querer reducir su paso por la vida a un listado de aciertos y fracasos.
Creo que siempre que nos encontramos frente a alguien que conocemos y queremos, o conocemos y no soportamos, sabemos que ese alguien es complejo y está lleno de dudas, de incertidumbres, de acciones cotidianas marcadas por un carácter y una única forma de ser. Pensé entonces, ¿cómo puedo describir a la gente que amo sin dividirla, sin fracturarla para describir el alma?
De allí definí mis puntos clave.
1. Si quisiera describir a las personas que amo, contaría qué las hace reír y cuándo fue la última vez que las vi hacerlo. Con ello les mostraría a otros su gracia para mirar la vida y su desfachatez para enfrentarla. También su capacidad para burlarse de sí mismas y para definir lo verdaderamente trascendental.
2. Contaría también qué comen y de qué hablan en la mesa, porque con ello relataría su facilidad para compartir con otros, sus gustos y sus caprichos y la facilidad o tenacidad frente a la tentación del dulce, el chocolate o el café.
3. Jamás tendría en cuenta sus inclinaciones políticas, porque entonces estaría reduciendo su personalidad a un conjunto de ideas y dejaría de lado las pasiones del corazón y las tendencias del alma.
4. Contaría eso sí, de qué les gustaba conversar y con quiénes, porque así revelaría tanto las intimidades que las hace sonrojar o sentiré incómodas, como aquellas que las hacen felices y traviesas.
5. Describiría sus estados de mal genio, porque entonces tendría imágenes con las cuales mostrar su verdadera fuerza, los motivos de indignación y revelar por oposición la maravillosa calma que tendrían después de tanta furia.
6. Revelaría cuál fue su juguete preferido en la infancia porque así mostraría su inocencia y también el gesto más importante de amor que cada uno de sus padres o abuelos o tíos tuvo con ellas, porque así podría relatar sus más honestos sentimientos.
7. Por último, contaría cómo son cuando guardan silencio, porque tal vez al narrar esos momentos pueda descubrir que sus miradas y sus gestos dicen más que sus propias palabras, porque tal vez, si me fijara en ellos, podría suponer qué pasa por sus mentes y contarles a otros cuáles fueron los verdaderos anhelos y sospechas que guiaron la vida de las personas que amo.
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