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Todos sentimos antojos de vez en cuando, es natural sentir el llamado de ciertos alimentos en diferentes circunstancias de la vida. Muchas veces tratamos de hacer caso omiso de nuestros antojos o los juzgamos como una trampa que nos tiende nuestro cuerpo. Respondemos con frustración cuando nuestro cuerpo nos pide algo en particular. Mi propósito con esta entrada sobre los antojos es que cambiemos nuestra percepción y los utilicemos como una herramienta para hacer las paces con nuestro cuerpo y entender que nuestros antojos no son una falla del sistema y tampoco una razón para desencadenar un sinfín de culpas y vergüenzas.

Lo primero que debemos entender es que nuestro cuerpo es perfecto, funciona en total sincronía y su estado natural es el balance y la armonía. Como ya lo he comentado antes, nuestro cuerpo regula sus procesos internos buscando la homeostasis, es decir, el equilibrio. Cuando nuestro cuerpo nos pide algo, escuchemos. Intentemos confiar en su mensaje, en lugar de hacerle la guerra. Es cierto que nuestra dieta moderna ha distorsionado nuestra capacidad de fiel escucha, al acostumbrarnos a comer demasiado de ciertos alimentos como azucares y carbohidratos. El consumo desproporcionado de azúcar genera reacciones adictivas en el cuerpo y es difícil distinguir entre un llamado sincero y un desesperado grito por placer o un refugio emocional. El humano siempre se ha sentido atraído por los sabores dulces porque los asocia con alimentos seguros. Tal vez para el hombre primitivo fue mas probable encontrar frutos o plantas tóxicas de sabores amargos. Ahora, los alimentos dulces no son un esporádico bocado de placer y seguridad sino una presencia constante en nuestras comidas. Mas allá de nuestra relación con el azúcar, si tienes un antojo de algo dulce, tal vez estés necesitando energía, una necesidad legitima de nuestro cuerpo. Puedes encontrar fuentes saludables de energía en las frutas, que adicionalmente te proporcionan una fuente de fibra, vitaminas y minerales. La presencia de fibra en las frutas permite que el azúcar se absorba de manera estable en el torrente sanguíneo, evitando los estrepitosos picos y caídas que experimentamos cuando consumimos azúcar simple como galletas o ponques.

A veces experimentamos otro tipo de antojos, por ejemplo, a comidas saladas, grasosas, acidas, blandas o frías. Todos estos antojos son legítimos, podemos seguirles la pista con confianza y veremos como nos direccionan hacia un mayor bienestar. Todos estos son mensajes de nuestro cuerpo y de nuestro entorno, juegan factores como el clima o el estado de animo. Es posible que necesitemos buenas grasas, y en lugar de buscar un paquete de papas fritas, podríamos elegir utilizar mas aceite de oliva en nuestras ensaladas o comer mas nueces o aguacate. Si el clima esta muy frío, nuestro cuerpo necesitará de comida caliente y reconfortante. Y si estamos tristes, seguramente buscaremos algo que nos alegre, como un pedazo de chocolate, preferiblemente chocolate oscuro. Muchas veces sentimos antojos y la necesidad real es de hidratación, tenemos sed y no lo percibimos.

Por si mismo, ni el chocolate ni el azúcar ni los carbohidratos, son los enemigos de la nutrición moderna ni los culpables de las enfermedades que hoy padecemos. Nuestro problema ha radicado en la desconexión entre nosotros y nuestras reales necesidades, en la desconfianza que nuestros cuerpos nos generan y en la desnaturalización de alimentos que poco se parecen ya a sus versiones originales.

Es posible una relación estrecha e intima con nuestros cuerpos, podemos volver al origen y empezar hoy a practicar ese vinculo de confianza.

@camilasernah
www.francamaravilla.wordpress.com

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