Hay cosas en la vida que parten el corazón en dos. Que quiebran los cimientos que alguna vez se sintieron sólidos y estables. Me acuerdo de Rayya Elias, una mujer que adora cuando los corazones estallan porque el golpe ayuda a despertar. Rayya es escritora, cantante, peluquera, exjunkie y la actual pareja de Elizabeth Gilbert, autora de Eat, Pray, Love. Ella, hoy, lucha contra un cáncer terminal. Mujeres como Rayya me acuerdan que la vida es brutal. Y siempre bella.
Me dicen que escribo sobre muchas cosas y abarco muchos temas. Claro, principalmente, hablo de comida, del cuerpo y de las mujeres. Pero no puedo evitar compartir una verdad irrevocable, que se reafirma cada vez que hablo con una mujer: la comida, nunca es el problema. Hablar de comida es hablar de amor y desamor. Oigo historias de infancia, de infidelidad, de abandono. Veo todo tipo de vulnerabilidades. A veces, se me rompe el corazón al oírlas, pero, sobre todo, me siento en presencia del coraje y la resiliencia humana y eso me conmueve.
Hace un tiempo, no hace mucho, quería saber si la vida era bella. No estaba segura. Ahora lo sé, con total seguridad. La vida es absolutamente encantadora y magnífica, siempre. Cuando sale mal y cuando duele. La textura de los momentos difíciles es muy particular. Siempre dolerán y nunca nos gustarán. Pero la dificultad es vital para penetrar la belleza de la vida.
Por eso, evadir es un problema. Con comida o cualquier otra cosa. No lo sabía, pero el diseño de la vida es así: lo bueno abraza lo malo y viceversa. Si niegas lo difícil, lo fantástico nos elude. Son caras de la misma moneda.
A todas las mujeres que tienen conflictos con la comida o con cualquier otra cosa, recuerden: hay un propósito en todo. La vida es como es, pelear con su naturaleza es inútil. La dificultad es parte del trato. Viene pegadita a todo lo lindo. Garantizado.
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