Me gusta esta definición de adicción: toda conducta que no podemos parar, aunque represente consecuencias adversas. Muchas cosas que hacemos diariamente caen en esta categoría, desde mirar el celular incesantemente, gritar en el tráfico o culpar a los demás sin asumir responsabilidad.
Oía a un experto en adicciones decir que su mayor adicción era pensar. En eso, me identifico. No podría decir que tengo una adicción a la comida, lo cual sin duda pensaba hace unos años. Pero parar de pensar, eso sí me cuesta.
Por el lado de la comida, muchas mujeres declaran que son adictas a la comida. Porque investigo desde muchos ángulos, también hay investigadores que no creen posible una adicción a la comida porque comer es un requisito de vida. Por su naturaleza ineludible, el cuerpo nos recompensa haciéndonos sentir bien cuando comemos. Esto, lo hace para marcar el hecho de comer como oportunidad; el cuerpo nos dice, esto se siente bien, búscalo de nuevo. Eso hacemos.
Ahora bien, llamémosle como le llamemos, no poder parar de hacer algo se siente como un ahogo.
Ojo: comer emocionalmente y comer de manera adictiva son dos cosas diferentes; no poder parar de comer viene de la emoción, sí, pero comer emocionalmente (a cierto grado) es parte de un comer normal e intuitivo.
Para cortar una adicción a la comida que te hace daño, te propongo un primer paso: sé curiosa.
Aprende a indagar en tus anhelos incontrolables por hacer algo. Más fácil dicho que hecho, lo sé. Pero lo que quieres, es interrumpir un loop de gatillo y recompensa que se instaló en tu vida. En la curiosidad hay amplitud y podrás respirar para ver qué realmente estás necesitando en ese momento. Porque sin duda, un comportamiento compulsivo no llega sin mensaje sobre algo que necesitas.
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