Empieza el año, tal vez, con una desgastada colección de metas y resoluciones apiñadas de años anteriores.
Tal vez, el 2020 llega con cierta dosis de escepticismo, y no estaría mal. Personalmente, las resoluciones de enero me suenan a mercadeo y a palabra vacía.
Entiendo que nuestra mente genera la idea de un nuevo arranque como la oportunidad para cambiar, pero si nuestro mayor aliado de transformación es una fecha, un enero mágico y un febrero ordinario, nuestra motivación no será más que humo.
Me enfrento a enero con la voluntad para seguir trabajando en no evitar.
Sigo con mi labor de aceptarme y de darle compasión a mis partes vulnerables. Este trabajo se renueva a cada instante e, inclusive, empieza de ceros cuando menos lo espero. A veces me encuentro con la fuerza en bruto de la vida y mi única opción es hacer pataleta.
Entonces, empieza el trabajo de nuevo.
Evidentemente una fecha no hace la diferencia. El trabajo continuo y dedicado si la hace. El problema es que con cosas como los malos habitos, primero hay que crear nuevos buenos habitos y eso si es que dificil. Particularmente si son habitos mentales.
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