Ahora resulta que el presidente Santos le paga al señor Mockus por hacer marchar a los colombianos a favor de la paz, y resulta también, que el gobierno oficialista le da mil millones en contratos a revista Semana porque el director de esa importante casa editorial es sobrino del primer mandatario de los colombianos, y resulta que los uribistas son objeto lastimosamente de una persecución política y judicial orquestada por la fiscalía y el gobierno central, y también resulta que según ellos, son la cura para todos nuestros males. El asunto que se ha adueñado de los titulares de todos los medios en todo el país, no tiene otra explicación que el cinismo y el temor incontenible de los que dicen querer la paz, pero sin impunidad.
Hernán es un joven defensor de la organización uribista, y cada vez que nos encontramos en radio para hablar de la coyuntura política que nos convoca, impide calmadamente que analicemos el pasado, que ahí estamos es para hablar del presente. Y no es solo Hernán, es el cuerpo de defensores del uribismo que parecen entrenados y reclutados con el fin exclusivo de defender a toda costa, sin vergüenza y sin memoria a los gamonales y mandamás del uribismo. No se puede desde ningún terreno, analizar el presente y proyectar el futuro, sin revisar el pasado, eso para que nos quede desde ya, entendido.
La controversia de último momento, gira en torno del contrato ejecutado por la corporación visionarios, de la que hace parte el profesor Mockus, quien fue alcalde dos veces de Bogotá y de quien nadie puede levantar ningún tipo de acusación formal que pueda comprometer su honra, sus principios y su libertad. Lo que hemos podido conocer, (de un contrato que tiene como todos los contratos que deprenden del DAPRE, una cláusula de confidencialidad), que en sus deberes se desprendían entre otros; acciones relacionadas con pedagogía en torno al proceso de paz, enmarcado todo esto en una consultoría “para desarrollar herramientas novedosas para facilitar la comprensión del proceso y de la visión del Gobierno de paz”. En todo este novelón, que escribió y dirigió el senador Uribe por Twitter, y del que por supuesto se agarraron con fervor todos sus fieles, terminará antes de que esta semana culmine, y finalizará como todos los shows mediáticos del senador. Hoy, el alto comisionado de paz, levantará la cláusula de confidencialidad que protegía el contrato, y el señor Mockus, podrá, acompañado de sus asesores, explicar los pormenores de su trabajo en los terrenos de la búsqueda de la paz.
Pero a mi este sancocho de acontecimientos y berrinches y señalamientos infundados me dejan un sin número de interrogantes.
¿Quién irrumpió en las oficinas de CORPOVISIONARIOS, el pasado lunes 19 de enero, y robó agilmente dos computadores en los que guardaban en sus discos duros, entre otros, información sobre los contratos de la corporación?
¿Porqué don Uribe lanza su novela contra el profesor Mockus, días antes de salir del país?
Y hay preguntas aún más interesantes;
¿En qué se gastaron 1.203 millones de pesos cuando el gobierno de Uribe quiso hacer acercamientos con la guerrilla del ELN?
¿Por qué José Obdulio Gaviria, quien hoy es senador de Uribe, y desde columnas de opinión en distintos medios de comunicación, y programas de televisión defendía ese gobierno, tuvo contratos de siete millones mensuales con el Fondo de Programas Especiales para la Paz?
¿Dónde están, y qué va a pasar con los más de 81 mil millones de pesos que se gastaron en alojamiento, transporte y vestuario en la desmovilización de la Compañía Cacica La Gaitana de las Farc, desmovilización que años después los colombianos nos enteramos que fue ficticia?
No se puede entender, cómo hace Uribe, y como hacen sus jóvenes monaguillos, para mirar a los ojos a un país y exigirle explicaciones a una persona del talante del profesor Mockus. No se puede entender tampoco el juego cada vez más desesperado en el que el Centro democrático se ha empeñado en emprender, sin importar nada, solo ellos.
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