La idea de romper, así sea por un par de días, la monotonía y más aún si es un viaje de placer, nos relaja y ocupa nuestra mente pensando en los nuevos espacios que vamos a encontrar. Pero la mayoría de las personas descuidamos algunos detalles que consideramos siempre cubiertos como la salubridad de los alimentos que vamos a consumir, la infraestructura sanitaria que vamos a encontrar y la tolerancia hacia ciertas costumbres gastronómicas ante las cuales no estamos habituados.
Así ocurrió hace ya un par de años en un viaje al norte del Huila; varios compañeros de la universidad nos disponíamos a iniciar una investigación arqueológica en una zona montañosa de magníficos parajes, pero de difícil acceso. Luego de un largo e incomodo viaje nos encontrábamos al fin en las faldas del majestuoso páramo de Sumapaz; la vista era magnifica y no hallábamos la hora de iniciar nuestra labor, sin embargo en medio de tanto entusiasmo se gestaba un desagradable episodio: en el lugar donde pernoctábamos, los lugareños nos habían preparado una comida, buena dentro de las posibilidades que existían; se trataba de pasta con sardinas, y de sobremesa un vaso de leche recién ordeñada y mono (una clase de panela más clara); las sardinas no son el plato de mi predilección sin embargo era un desaire no recibirlas dado el esfuerzo para su obtención, por tal razón un compañero se ofreció gustoso a colaborarme. La velada transcurrió en paz y en medio de un clima de optimismo nos fuimos a descansar para enfrentar la ardua jornada del día siguiente; pero a eso de las doce un repentino salto de mi compañero me despertó, la cena le había causado cierto malestar y presentaba un color verdoso, estaba sudando y sufría un terrible escalofrió. La escena no podía ser peor, dado que la situación de orden público en la zona impedía salir después de cierta hora si no se quería ser objetivo militar, y el único baño (que en realidad era una letrina), se ubicaba a unos
Nos alistamos para nuestra labor un poco diezmados por la actividad nocturna, no hablamos sobre el tema y partimos un poco más tarde de lo planeado, luego de un magro desayuno de mi amigo, que no pudo con una rica changua de leche recién ordeñada. El resto del día fue igual: constantes desapariciones de mi compañero y fuertes retorcijones enmarcaron la jornada durante la cual me sentí cohibido de utilizar las palas con las que este se desaparecía. La situación nos hizo regresar antes de lo previsto, obligando a mi compañero a pasar con la cabeza gacha frente a la escuela que horas antes había afrentado. Tras unos días, todo volvió a la normalidad, pero desde entonces nos quedó planteada otra lucha interior (menos cruel que la sufrida en las vísceras de mi compañero), en la cual nos debatíamos entre recibir los alimentos que desinteresadamente nos ofrecían y el acto grosero de despreciarlos.
Don Beto
jejeje… nada como el sistema digestivo para recordarnos la miseria de existir. Ah, cuanto bien le haria a tanto burguesillo conocer de primera mano el pais, como lo ha ido andando don Beto!
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Lamentablemente uno tiene que salir para esos paseos con un kit de primero auxilios, el cual incluya lomotil o loperan para estos tipos de problemas. Salu2
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Hay que tener cuidado con lo que se come y mas cuando estas de viaje, solo por eso muchas veces uno tiene que regresar antes de lo previsto, y asi no se vale.
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A mi me «toco» tomar chirrinche en la Guajira y no quiero ni hablar de las consecuencias gastricas de la graciesita.
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«La venganza de Montezuma»… En mi caso fue «la venganza de la cabra espanola». En Bernidorm, un queso de cabra riquisimo que una hora mas tarde me dio una diarrea que ni me quiero acordar de los comentarios de la fila de gente que queria entrar al bano que yo use. Ups!
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Esa dualidad que se plantea entre ser educado y conservar el estado de salud es muy dificil de manejar. Yo no se porque la gente se siente insultada cuando uno amablemente dice que esta lleno o simplemente no desea comer lo que le ofrecen. No estoy de acuerdo con las obligaciones sociales.
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No nos digamos mentiras pero a todos nos ha pasado, asi que aunque vayamos de vacaciones pilas con la comida y no nos da?emos el paseo.
Me gusta y divierte mucho lo que escribe este blogger, es muy bueno ! !
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Esta historia me hace recordar un viaje a corazon de la Guajira en donde nuestro guia, mitad wayuu mitad coste?o, nos presento en cada una de las rancherias que encontraba a su paso y nos advirtio que recibieramos todo lo que nos dieran para que no ofendieramos a nadie. En todas nos ofrecieron tinto y chicha guajira… el malestar unas horas despues, no pudo ser peor.
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Quien no se ha puesto maluco en un viaje, o peor, en un lugar en que no sirve el sanitario? Por eso lo mejor es ser prudente con la comida, en fin me gusto mucho el escrito es refrescante y muy divertido
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