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A continuación, las circunstancias que imagino dieron origen a este fenómeno musical.

Año 2016: En la sala contigua a un estudio de grabación, y frente a un grupo nutrido de colegas, se desata un acalorado debate entre dos grandes productores puertorriqueños de reguetón. El primero defiende la tesis de que los fans son unos imbéciles, que compran y siguen cualquier basura por moda. El segundo alega que no, que los fans son seres racionales, huesos duros de roer, en especial los adolescentes.

Pasada una hora, uno de ellos – el de la tesis de la racionalidad – logra desde la mayéutica, la dialéctica y la metafísica ganar la discusión. La tunda argumentativa, y la revolcada que le pega a su contendiente es tal que podría decirse que lo peinó, como dicen los petristas.

Humillado, vapuleado – las loas y los aplausos que llueven sobre su rival lo enardecen -, el productor al que le hicieron alisado y queratina, como dicen los petristas cuando se emocionan, se aleja rumbo a la puerta al tiempo que increpa, vocifera, jura venganza y se impone a sí mismo un reto.

“Voy a callarles la boca – dice – y a demostrarles a todos que tengo razón. Para tal fin, voy a lanzar al mercado musical un producto bien, pero bien pecueca (el hombre es puertorriqueño con raíces colombianas, de ahí su léxico), y lo voy a “ pegar”. Qué digo “pegar”, voy a convertir en un ídolo, en un fenómeno de masas, en el cantante más famoso y exitoso del mundo a un tipo con un retardo mental leve, o que hable y actúe como si lo tuviera.

Un tipo que no tenga ni pizca de talento, que no vocalice. Que no rapee sino que balbucee con voz grave. Que el fonema que musicalmente lo identifique se asemeje al sonido que emite un bobo cuando llama a la mamá, o se desespera porque la muy desalmada no le presta atención.

Prepárense, porque lo voy a poner a cantar cuanta vulgaridad se me ocurra. Sus letras van a ser burdas y sexualmente explicitas. Entre bostezos disonantes, va a proferir todo tipo de obscenidades. Fiel a ese estilo grotesco y fantoche que lo va a caracterizar, va a expresarse de las mujeres peor de lo que lo hace un camionero, o un maestro de obra. Le van a faltar números para describir las poses en las que las va a poner; adjetivos superlativos para referirse a su órgano sexual (al que de forma cariñosa llamará “bicho” y ante el cual una ciudadana española, catalana para más señas, se quitará el sombrero, elogiará y calificará de cabrón embelesada por su gran tamaño); animales para referirse a ellas; y verbos para indicarles lo que deben hacer con su trasero cada que escuchen una de  sus canciones: moverlo, sacudirlo, batirlo, menearlo, balancearlo, dibujar círculos en el aire con él…

Como el reguetón es un género que le rinde culto a los manes perros y ñeros, voy a inventarle pasado de malandro y, no se les haga raro si en el cenit de su carrera, y con la excusa de que fue ella la que se lo preguntó, alardea ante una tal titi de sus dotes de don juan y se describe a sí mismo como demasiado arrecho. Afortunadamente para él, y pese a su retardo leve, su éxito con las mujeres será envidiable y trascenderá fronteras, lo que le permitirá canalizar esa libido endemoniada que se gasta. Hoy le hace la vuelta a una, mañana a otra, pero a todas las deja viendo un chispero con lo de llevarlas al altar. Cuando titi le jale las orejas, tal vez se quiebre y admita que quisiera enamorarse pero que como buen perro canequero no confía ni en él mismo. Pues bien, aparte de ordinario, morboso y chicanero; conclusión, un artista – si es que se le puede llamar así – detestable. Eso sí, aunque malas como ellas solas, todas sus canciones van a ser hits, número 1.

Pese a todo lo anterior, las mujeres lo van a amar. Se van a volver locas por él. Lo van a calificar como el artista más tierno y romántico del mundo. Y se van a enamorar escuchándolo. Van a pagar ellas mismas de su bolsillo, o les van a suplicar a sus novios o a sus sugar daddies que les gasten la boleta y las lleven a verlo. Encaramadas sobre los hombros de sus sponsors, van a cantar a grito herido esas letras y frases que, si salieran de la boca de un hombre pobre y poco agraciado, y no de un cantante rico y famoso, calificarían de sucias y repugnantes. Eso sí, una vez mi creación les indique desde la tarima que ha llegado el momento de perrear, van a solicitarles que vuelva y las depositen sobre tierra firme para así arrancar a menearlo como si no hubiera un mañana. Voy a convertirlo en el artista con más descargas y vistas en Youtube. Van a ver, ya tengo en la mira al empaquetador de un supermercado, un subnormal que no sabe cantar, y que cuando se anima lo hace tan mal que ni se le entiende. Ni pintado para lo que estoy buscando”.

Aunque algunos sienten ganas de contradecirlo, lo notan tan alterado que se las aguantan, y más bien optan por refutarlo en silencio: “La rabia lo puso a delirar, lo mejor es dejarlo que siga farfullando incoherencias”. “Faltaba más, con lo que odian ellas los piropos sucios, y a quienes se los declaman”. ” Las mujeres lo van a abominar”. “Desde ya le auguro el más estruendoso de los fracasos”. “Con lo empoderadas que están, ni en sueños van a permitir que llegue un monigote de mal gusto a menospreciarlas”. “Más se va a demorar en encaramarse a una tarima que ellas en bajarlo de allá en una tomatina apoteósica”. Finalmente, uno de ellos se atreve a preguntarle en voz alta cómo se va a llamar el… (trata de encontrar la palabra) … el engendro ese que piensa lanzar al estrellato. “ Bad Bunny, el conejo malo, para los que no saben inglés”, responde. Muy pronto tendrán noticias de él. Dicho esto se da media vuelta, pega un portazo, y se va.

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