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A raíz de múltiples situaciones que se están presentando en el mundo entero en las cuales muchas personas manifiestan sentirse atrapadas en un cuerpo distinto del que quisieran tener, he resuelto tratar el tema desde mi punto de vista. Aclaro, aunque lo he expresado en entradas anteriores, que solo hablo de lo que he vivido, visto y confirmado. En este caso, la experiencia de los sueños y el trato directo con quienes atraviesan por esa situación, me ha permitido arribar a las conclusiones que expondré a continuación.

Para empezar debo decir que algunas de las personas que acuden a mí para consultarme sus sueños son homosexuales o lesbianas. La mayoría de las veces no me expresan directamente que tienen esa orientación sexual. Sin embargo, como lo he enseñado en este blog, los sueños revelan secretos y siempre se refieren a las circunstancias presentes por las cuales está atravesando quien sueña, aunque contengan alusiones del pasado o a un hecho futuro. Por esa razón no me resulta difícil decirles qué está ocurriendo en sus vidas y qué les preocupa.

El caso es que varios se sienten culpables, sucios y pecadores porque sus inclinaciones sentimentales están dirigidas hacia personas de su mismo sexo. Las “normas” sociales han impuesto desde el principio de los siglos que la heterosexualidad es el principio generalmente aceptado para distinguir a los seres humanos sexualmente “correctos”. Los demás, consecuentemente, deben ser clasificados en la marginalidad porque su comportamiento atenta contra las conductas moralmente aceptadas como válidas.

Esa es la causa por la cual muchos seres humanos en distintas partes del mundo soportan un dolor moral que, a veces, trasciende el umbral de resistencia y terminan escapando de esta vida por la vía del suicidio. Al llegar a este punto es inevitable formular los siguientes interrogantes: ¿Esas personas no merecían vivir por ser “distintas”? ¿Es la heterosexualidad el signo que caracteriza a las personas “de bien”?

Como dije en el primer párrafo de esta entrada, mis opiniones sobre este tema son absolutamente personales y no están alineadas con ningún punto de vista religioso, político o de organización social alguna. Por lo tanto, no están ni en pro ni en contra de lo que otras personas opinen al respecto.

Como punto de partida debo reconocer que son innumerables los casos en los cuales alguien dice que es “una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre” o viceversa. Esa sensación, obviamente, determina a quien la vive a no estar conforme con su realidad. Algunos llegan al extremo de odiar la imagen que ven en el espejo. Por eso viven presas de la ansiedad y desfiguran su apariencia comiendo más de la cuenta. Es comprensible. Nadie cuida lo que no quiere. La inconformidad es permanente y no solo se reduce a la insatisfacción con lo que se es. También trae consigo conflictos interiores porque las expectativas de la familia se van a frustrar dada la imposibilidad de cumplir con el rol que implica ser hombre o mujer, al menos según las apariencias físicas.

¿Cuál es la causa de ese extraño fenómeno? Creo que la respuesta definitiva todavía no se ha dado. Durante mucho tiempo la homosexualidad fue calificada por la medicina como una enfermedad. Hoy día, los sicólogos y terapeutas sexuales la consideran una orientación o preferencia sexual que no implica ninguna anormalidad en las personas que la practican.

Trasladando la inquietud al plano espiritual, lo primero que habría que decir es que no hay espíritus femeninos o masculinos. El sexo es una característica de los seres humanos y de los animales. Incluso, para facilitar la reproducción, algunas plantas tienen características morfológicas masculinas o femeninas. Sin embargo, algunos espíritus, antes de su encarnación humana, traen un diseño (un “chip” particular) para ocupar un cuerpo de mujer o de hombre. Pero, por razones que son inexplicables hasta ahora, se instalan en un cuerpo diferente al programado. Ahí comienza la tragedia para la persona que vive esa circunstancia.

Ante una realidad ineludible, quienes tienen que enfrentar una experiencia de vida basada en esa coyuntura, deben tener en cuenta primordialmente que son seres humanos con una dignidad personal que no los coloca por debajo de nadie. Están obligados a enfrentar muchos retos empezando por la autoaceptación. Después deben tratar el tema con la familia. En este caso, el amor debe sobreponerse a los prejuicios. Un hijo, una hija, un hermano o hermana merecerán por siempre consideración y respeto. Si no es así, entonces no vale la pena ser parte de esa familia. Las familias se caracterizan por ser comunidades que comparten sentimientos más que lazos de consanguinidad.

Por último está la relación con Dios. Yo no creo que Él envíe a este mundo personas que están previamente condenadas por ser “diferentes” aunque sean buenas en todos sus actos ni que la heterosexualidad sea un requisito indispensable para la salvación del alma. No discuto temas religiosos pero sé que muchas personas “de bien”, que viven de acuerdo a los cánones sociales y posan de honestas ante los demás, por dentro expelen fetidez. Son corruptas, ladronas, maltratadoras y concupiscentes. Con tales antecedentes no es difícil suponer quiénes se condenarán o se salvarán cuando sean juzgados ante el tribunal divino.

Dios nos bendice a todos.

 

El Portal de los Sueños

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