Desde hace mucho, pero mucho tiempo, existe la localidad más extensa de Bogotá, conocida por todos como Suba; muchos afirman que cruzarla es toda una travesía de varias horas, aunque no sea divertido.
Algunas personas aseguran que muchos «conquistadores» tratan de atravesar esta localidad para poder llegar a tiempo a sus lugares de trabajo, colegios y universidades, pero todos ellos se dan por vencidos ya que una de sus principales vías de acceso requiere de un medio de transporte diferente a los que tienen ruedas.
Porque esta desdichada y olvidada vía, en las mañanas trata de ser una ruta (que por cierto es un gran atajo), pero en la noche se convierte en ese camino que ni siquiera Caperucita tomaría para llegar hasta la casa de su abuelita.
Los «conquistadores» de este cuento, son las personas que en su mayoría viven en Suba o en frente de esta vía, también existen otros que provienen desde tierras cercanas o muy lejanas.
Personas temerarias que se atreven a cruzar esa vía en «caballitos de metal», motos, rutas escolares, buses y carros, arriesgando sus vehículos de dos o hasta ocho ruedas y frecuentando a los herreros (mecánicos) por muchas de sus averías.
Las mejores ideas para atravesar esta vía, podrían ser un dragón o una máquina voladora de Da Vinci; incluso, que la Unidad Administrativa Especial de Rehabilitación y Mantenimiento Vial de Bogotá la intervenga por el bien de todos (como lo dice el eslogan del actual Alcalde Mayor de Bogotá, Enrique Peñalosa: Bogotá mejor para todos)
¿Pero quiénes son todos? Bueno, este interrogante ya hace parte de otro cuento, uno que nos «vendieron» para un periodo de 4 años.
Supongo que en esta parte del cuento ya saben cuál es la vía que se convierte en el «monstruo» en la pesadilla de los «conquistadores» en el «Freddy Krueger» de nuestra infancia, y si no la han podido adivinar (porque existen muchísimas) estoy hablando de Calatrava.
Calatrava en el «pasado» era una vía que se podía recorrer en tan solo 15 minutos, entre la calle 127 hasta la Avenida Boyacá y la carrera 91.
Hoy en día los baches que tiene son tan grandes como las pisadas que dejan los gigantes en el cuento del Ganso de los huevos de oro.
Calatrava en las noches, es tan tenebroso y oscuro como el corazón de la reina que trató de envenenar a Blancanieves en su cuento; pero no imaginen a los siete enanos en esa vía por favor, los pobres a pesar de ser mineros, no podrían salir de esos grandes huecos.
Tan insegura en las noches como el lobo que merodea las humildes casas de los tres cerditos. (Los lobos en este caso son esos bandidos que aparecen en todos los cuentos (y por toda Bogotá) ocultándose entre los árboles o la maleza, para esperar a sus víctimas y robarlas).
Ya se me acabaron las analogías como todos los cuentos que los habitantes de la zona están acostumbrados a escuchar por parte del Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) desde hace mucho tiempo.
Quería preguntarle al espejo mágico de la reina malvada cuál es la vía más fea de Bogotá, pero nunca respondió (tal vez porque son muchas) por eso tuve la valentía de ser un «conquistador» y averiguarlo por mi propia cuenta.
Y para que todos los habitantes de la zona vivan «felices por siempre», solo esperan una pronta solución a todos los problemas que conlleva una vía en esa nefasta situación (pero que sea en serio, para que este, mi cuento, sea último que lean).
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