Los bogotanos tenemos como costumbre desplazarnos los fines de semana a lo que llamamos coloquialmente «piquetear», que no es otra cosa que almorzar en los pueblitos aledaños de la ciudad. En una de esas correrías, y cuando me dirigía por la vía que conduce de la glorieta de Siberia a Tenjo (saliendo por la calle 80-puente de guadua) me topé con un restaurante llamado Mi Finca. Entré sin mayores expectativas porque normalmente todos venden cosas parecidas; carnes a la brasa, chorizos, morcillas, mazorcas, etc. Pero cuando me senté a la mesa y me pasaron la carta encontré en la parte de las entradas una que se llamaba «sushicharrón», y me pregunté ¿realmente existe eso? Hasta ahora solo lo había escuchado en los comentarios jocosos de algunos humoristas pero no pensé que fuera verdad. Era algo como ¿no se le antoja una limonadita de mango? ¡Pues si señoras y señores! el chef del sitio se dio a la tarea de resumir los ingredientes de una bandeja paisa en un sushi, que hasta ahora era exclusivo para los frutos de mar. Con hojas de arroz, plátanos maduros, aguacate, huevo, fríjoles y por supuesto los chicharroncitos que van entrelazados en los rollos de esta mezcla extraña pero deliciosa.
Animado por la novedad decidí quedarme y le pregunté al mesero que más tenían de diferente en la carta. Limonadas de lulo, carnes a la parrilla y una «hamburguesa paisa» hecha no con el tradicional pan sino con arepa blanca servida con papas criollas en vez de francesas. Mientras estaba lista la orden, y después de haber quedado descrestado por el sushicharrón, me fui a dar una vuelta por el lugar que cuenta con amplias zonas verdes, pista de buggies, parque infantil para los niños, (aunque yo ya no tengo chinos chiquitos, pero tal vez ustedes que me leen si) cabaña de postres, recreación dirigida por expertos, sitios especiales y reservados para celebraciones grandes de cumpleaños, y me contaba la dueña que también hacen reservas para despedidas de fin de año con capacidad para 180 personas.
Realmente el sitio hace honor a su nombre, porque por la buena atención me sentí como «en mi finca», y aunque por ahora no la tenga este es un sitio muy agradable. Tinto, carajillo y agua arómatica gratis desde que entras; la dueña se sienta contigo y te hace amena la charla, explica el concepto del restaurante y te presenta con familiaridad a los meseros que se pasan de amables. Se esmeran mucho, como buenos paisas, en la forma en que tratan a los comensales. Siento que su estrategia es el voz a voz, es que personas como yo que salen absolutamente satisfechas le cuenten a otros de su sitio; y pues conmigo les funcionó porque decidí aprovechar este espacio para contarles la experiencia. También saqué mi celular y decidí hacer un video que encontrarán al final de la nota, porque el antojo siempre es más visual que cualquier otra cosa. Los encuentran en Instagram como @mifincarestaurante y creo que también tienen Facebook.
Cuando vuelva a salir a «piquetear» espero encontrarme más sitios para recomendarles, por ahora los invito ¡a Mi Finca!
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