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SinExcusas - AlexanderHace unas horas, el país conoció el arresto del futbolista colombiano Hanyer Mosquera, defensor del equipo Rionegro Águilas por golpear salvajemente a su pareja en un ascensor. Una cámara de seguridad grabó el hecho y las escenas fueron difundidas viralmente y con gran indignación a través de las redes sociales, a tal punto de convertirse tendencia nacional en Twitter ayer puente festivo.

Este hecho, se suma al de violencia intrafamiliar del futbolista Pablo Armero “Miñia” y el golpe a una mujer que protagonizó el afamado Hernán Darío «El Bolillo» Gómez, entre muchos otros casos. Una vez más se despierta polémica por situaciones domésticas que llevan a interrogar hasta qué punto la violencia en Colombia se ha convertido en una cultura y un problema de salud pública, ya que las cifras del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses indican que en lo que va corrido en 2016, la violencia intrafamiliar reporta 50.000 casos y donde para 2015, cada cuatro días una mujer perdió la vida a manos de su pareja.

Tal parece, que la mesa de negociación con la Fuerza Armada Revolucionaria de Colombia – FARC y la que se avecina con el Ejército de Liberación Nacional – ELN o la que queda pendiente con las Bacrim no son suficientes para cantar el grito de paz en Colombia. Porque mientras el país busca tratados en La Habana y acude a las urnas a opinar por la paz, los hogares, las calles, las empresas y otros escenarios, son testigos de la violencia de sus habitantes sin necesidad de llevar un fusil al hombro, pertenecer a un grupo armado o de convivir en la selva.

No solo se debe pensar en la violencia contra las mujeres, no son las únicas víctimas. Existe violencia de mujeres hacia los hombres, que muchas veces se callan por temor al qué dirán. Ejemplo de ello, es Antioquia, donde para 2012 la secretaria de Equidad de Género reveló que de cada 100 denuncias que llegan a comisarías de familia o inspecciones de Policía del departamento, solo ocho corresponden a hombres que dicen ser maltratados por sus esposas o compañeras sentimentales.

Pero qué decir de las riñas entre mujeres, videos que también se vuelven polémicos en redes sociales, o la violencia entre hinchas de fútbol, donde para 2011 la Policía reportó 72 enfrentamientos graves de barras bravas y el ingreso de 28.000 armas blancas y tres de fuego a los estadios. Y qué pensar de conflictos y agresiones por mencionar algunos, entre vecinos, universitarios y estudiantes de colegios, este último con cifras que reveló un estudio de la Universidad de la Sabana en 2013 donde 5 de cada 10 estudiantes sufrieron alguna agresión.

Sin duda, historias, hechos y cifras que revelan que en Colombia la única violencia que se debe negociar no es solo con grupos alzados en armas. La única preocupación no es la de un futbolista agrediendo a su compañera sentimental (que por cierto es indignante); sino que el problema trasciende más allá. Son problemáticas de salud pública y de convivencia que requieren se consideren alternativas de negociación entre compatriotas, donde se promueva el respeto por el otro, la libre expresión y la tolerancia. Tan necesarias, en un país donde los celos, las envidas, malos entendidos y falta de dialogo son el motor de terror en escenarios del día a día. Al punto de creer que generan más violencia que la misma guerra.

Ojalá la paz que se busque en Colombia, no sea solo con grupos al margen de la ley, sino que también se intente identificar caminos para tranquilizar los ánimos, fomentar el dialogo y construir paz en las familias, quienes son finalmente el núcleo de una sociedad y donde se gestan los valores para no tener que volver a ver escenas de agresión como las protagonizadas por Hanyer Mosquera, que a propósito hay que decirlo, fue tendencia por ser figura pública y porque estaba de por medio la cámara en el ascensor, porque de lo contrario el hecho pasa por inadvertido como muchos que suceden en el país del  sagrado corazón.

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