Colombia se ha puesto la meta de ser en el año 2025, la más educada. El problema es saber con respecto a quien. En ese año, las cifras dirán que sí, porque el Dane, como el I Ching, pregunta lo que quiere y sobre todo, interpreta las respuestas como mejor se le acomode.
En el 2025 podremos ser la más educada pero tal vez ya no tendremos país, porque se lo habrán terminado de robar. Pero no sólo las multinacionales petroleras y mineras, que lo hacen, no sólo los políticos y contratistas, que lo hacen, no sólo los magistrados y lobbystas, que lo hacen, sino los ciudadanos del común, que nos colamos en las filas, nos robamos las ideas, parqueamos en la vía, le echamos agua a la leche y vendemos el pan duro. ¡Nos saltamos todas las normas, no nos vamos a saltar los torniquetes de los sistemas masivos de transporte¡ Somos los reyes de la trampa, expertos jugadores de jazz, haciendo rebotar la bolita hacia arriba, para robar, metiendo la mano por debajo.
El hecho que la mayoría de colados en el sistema Transmilenio sean universitarios y estudiantes, es sintomático de lo que nos pasa. O que los políticos y magistrados envueltos en escándalos y bataholas hayan recibido la mejor educación, dice mucho de nosotros. O que las opiniones más homofóbicas, sectarias, intolerantes y extremistas provengan de la academia, nos acerca sin duda a la caverna.
Nuestras universidades y colegios pasan de agache. Nuestros doctores siguen elucubrando teorías y estudios en las nubes y en nuestras familias, estamos pensando más en tener que en ser. ¿Y si volviéramos a los tiempos en los que uno sólo estrenaba en el cumpleaños y la navidad? Tal vez todo seria diferente si hubiéramos seguido heredando la ropa porque la ropa ya no se hereda, se dona, y nos sirve para lavar las culpas.
Y aunque muchos creen que los valores se han perdido, los únicos que se han extraviado son los de la Bolsa. La grave es que han cambiado y no nos hemos dado cuenta. O no nos hemos querido dar cuenta. La trampa, el engaño,el timo y la estafa hacen parte de nuestra nueva manera de ser. Utilizamos el ardid y la artimaña en la contratación pública y privada, en los discursos religiosos, en el fútbol y los brassieres de copa, en la vida cotidiana, en las relaciones de pareja y en la carne dura y llena de garra.
Por eso tal vez necesitamos una terapia de choque pero con heridos leves, una cátedra de chancleta, pero también una educación creativa e incluyente, que permita el debate más allá del alarido y sobre todo más allá de la teoría del beneficio propio.
Tal vez no se trata entonces de ser la más educada, sino la mejor…
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