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La vida es la eterna decisión entre lo que nos falta y lo que nos sobra. Y es que nada parece sernos suficiente, porque cuando estamos, queremos irnos y cuando nos vamos, queremos devolvernos. Nada nos sacia, nada nos llena, nada nos atiborra y nada nos satisface.

La contradicción es nuestro sello y en tiempos como este, se nos notan las costuras. Meses atrás, la lucha diaria era por conseguir aquellas cosas que sentíamos nos faltaban: fama, dinero, poder, conocimiento. Hoy, cuando la vida nos puso donde estamos, nos asombramos de entender, que todo nos sobra y que al mejor estilo de San Francisco de Asís, “necesitamos muy poco y lo poco que necesitamos, lo necesitamos muy poco”.

Cuando estamos, queremos irnos y cuando nos vamos, queremos devolvernos.

Tal vez, nuestra tragedia sea las ganas de poseer y hacernos dueños, porque esa ambición desmesurada, nos ciega y obnubila, nos bloquea y nos ofusca, nos chifla y alucina. Unos más, unos menos, sufrimos de eso que los siquiatras llaman el Síndrome de Acumulación Compulsiva, que aplica para todo: personas, animales y cosas. Nos creemos amos y señores de los otros y por eso intentamos controlarlos cada día: lo que dicen, lo que hacen, lo que tocan, lo que miran y lo que sienten. Entendemos la libertad como un metro más de cuerda y por eso confundimos amar con poseer.

Pese a todo, cuando llega la noche, todos sabemos lo que somos y qué es lo verdaderamente nuestro. Nuestras angustias y nuestros miedos, nuestros sueños y alegrías, porque en la oscuridad enfrentamos las miserias y las dichas y entendemos, por fin, la vacuidad de nuestras vidas y por eso muchas veces queremos mandarlo todo lo más lejos que se pueda para hacernos de otro modo.

Entendemos la libertad como un metro más de cuerda.

Sin embargo, pese a los sudores y al insomnio, al otro día siempre volverá a salir el sol y entonces, recogeremos nuestros trastes y nuestra vieja lucha por tener. Seremos iguales, porque a veces, enfrentarse a uno mismo no es bonito y siempre habrá alguien o algo que nos salve. O por lo menos, alguien o algo a quien echarle la culpa.

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