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publicado originalmente en: combo2600

por: Martin Rivera Alzate

@riveraalzate

Como muchas otras cosas, el manejo de la publicidad exterior en Bogotá es absurdo. Mientras un equipo de no más de 40 personas de la Secretaría de Ambiente se desgarra semana asemana quitando pasacalles ilegales, un grupo que opera en la clandestinidad gestiona un holding de empresas dedicadas a fabricar, vender y distribuir el producto a la vez que los constructores creen que están contratando un servicio legal bajo las normas declaradas por el Distrito.

pasacalles combo 2600

Esto se convierte en un pone – quita – pone – quita al mejor estilo de Sísifo el protagonista del ensayo de Albert Camus, donde al final el distrito termina haciendo un esfuerzo inútil y perpetuo. Uno de los funcionarios de la Secretaría de Ambiente nos comentaba que ellos mismos veían cómo, mientras desmontaban pasacalles ilegales de la Calle 170 costado norte, en el costado sur los estaban montando. Se convierte en un juego del gato y el ratón donde siempre, como sucede en Tom y Jerry o inclusive en Tomy y Daly, gana el ratón.

 Durante la actividad del Combo 2600 del pasado lunes 18 de agosto, tuvimos la oportunidad de hablar con Pedro[i] quien se encontraba montando una valla y al ver que estábamos subiendo pendones y pasacalles al carro se nos acercó y muy amablemente nos preguntó si estábamos interesados en montar publicidad exterior. Le respondimos que no, que por el contrario lo que estábamos haciendo era limpiando esa parte de la ciudad.

 Le preguntamos por la duda y nos contó que él además de dedicarse a instalar publicidad legal para Marketmedios, también hace la tarea sucia. Esa de esquivar las normas y ponerse a subir pasacalles y pendones que no cumplen con la norma y tienen un fin netamente comercial. Al final, argumentó, tiene una familia que mantener y como se mencionó alguna vez en este portal; si no se regula, se pudre.

 El caso es que Pedro nos explicó lo siguiente, hay tres tipos de elementos que los informales se dedican a instalar:

  1. 1.    Publipostes: están en un marco metálico a no más de 2 metros de altura de la calle y amarrados con alambre.
  2. 2.    Pendones: Ubicados por lo menos a 3.5 metros en los postes con un travesaño superior y otro inferior.
  3. 3.    Pasacalles: Los que amarran de un poste a otro por encima de las calles.

 Acá viene lo verdaderamente interesante. El negocio consiste en arrendar el espacio, por lo que las empresas dedicadas a esto (Pedro nos mencionó dos, IRT y Visuality) van a donde los promotores y les ofrecen paquetes para ser expuestos durante los fines de semana. Es decir, toda la logística empieza a operar los viernes en la noche, montando la publicidad, y en la madrugada del lunes, pasan recogiendo todo. De esta manera, durante la semana cuando la Secretaría está haciendo control, no hay evidencia. Por esta razón, se podrá fijar estimado lector, que durante la ciclovía la mayoría de pasacalles están por las calzadas por donde transitan los carros. Al final quienes quieren comprar un apartamento nuevo van a visitarlo en carro, no en bicicleta.

 Alcanzan a montar entre 5.000 y 6.000 elementos por fin de semana. Para que se hagan una idea comparativa, durante nuestra labor que no duró más de 6 horas desde la Calle 100 con 15 hasta la Calle 106 con 15, recogimos un poco más de 40 pasacalles. Ahí es donde nuestro amigo Sísifo vuelve a la escena, esto se convierte en una tarea incesante pues el mal se reproduce.

 Una vez tuvimos medianamente claro cómo operan ‘los malos’ (o la mafia como lo diría nuestro amigo Gustavo) invitamos a una de nuestras tertulias a algunos funcionarios de la Secretaría de Ambiente quienes tuvieron la amabilidad de contarnos los detalles de su titánica labor: controlar la publicidad exterior.

 A pesar de tener un equipo reducido de 40 personas, su capacidad de recolección es de 10.000 a 11.000 elementos por mes. Debido a que no son muchas las jornadas de recolección y la absurdez que a cada pasacalle o pendón que desmontan deben tomarle una foto con la fecha además de la información detallada de los promotores, el porcentaje de desmonte es el 50% del total. El proceso se vuelve inoperante –teniendo en cuenta que vivimos en Macondo- pues los promotores pueden denunciar a la Secretaría por llevarse elementos que son de ‘su propiedad’ (a pesar que para nosotros no es más que basura). Así que todo elemento que desmontan, queda archivado en una bodega. Se podrán imaginar el desastre.

 Vale la pena resaltar que hay una clara intención por parte de la Secretaría para implementar una serie de estrategias que buscan reducir este flagelo y castigar monetariamente a quien lo produce, a quien lo monta y a quien lo promueve. Ante esto no queda sino seguir convocando a la ciudadanía para que nos sigamos apropiando de Bogotá y en lo posible seguir quitando pasacalles ilegales pues al final del día, quienes perdemos somos los bogotanos a quienes nos toca aguantarnos la contaminación visual y una ciudad sucia.

 


[i] Por petición del susodicho, su nombre fue cambiado.

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