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Falleció, a los 56 años, este viernes en Valledupar. Luchó 41 años contra una enfermedad crónica. “Una mujer de instintos guerreros”, fue el último reportaje sobre ella, en Vanguardia de Valledupar, el 29 de agosto. Lo publicamos como un primer homenaje. A comienzos de este año, publicamos aquí su testimonio “Mientras agonizo”.

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Edelma Zapata Pérez, una mujer de instintos guerreros

Por MARÍA RUTH MOSQUERA

“Vengo de miedos ancestrales
símbolos metálicos me aprisionan
en la vasta soledad de ensoñaciones
escucho la voz de los tambores
dialogando con el vuelo de los muertos

Os convoco
Dioses
Tótems
Al mundo visible e invisible
Todos venid con vuestros rayos fulminantes a libertar mi tribu”.
Ritual con mi sombra (Editorial El Astillero – 1999)

Sentada en una de las mecedoras del pasillo la sorprendió la lluvia de la tarde. En silencio vio caer las gotas sobre las palmeras y el pino del jardín que llenan el patio y contempló un rato las piedras coralinas mojadas.

Evocó años remotos en que ella corría por las calles del pueblo… Eran épocas en las que su anatomía era libre y podía ir de aquí a allá sin limitaciones.

Ahí la encontró una amiga que desde Valledupar fue a visitarla y se regocijó porque la vio mejorada. “Ve, Edelma, pero si tú estás es gorda”, le dijo al momento de fundirse en un abrazo de paisanas que se reencuentran y tratan, en unos minutos, de ‘ponerse al día’ con los acontecimientos de los años.

“Ayer me gocé el día, la pasé bien… hoy sí ya han vuelto esos dolores”, expresó Edelma Za-pata, una guerrera de 56 años, que cuando se asomó a la edad de quince años fue asaltada por una artritis reumatoidea que viró el rumbo de su vida, dejándole marcas indelebles que se evidencian en su físico y le contristan el alma.

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Una brisa fría y tímida se metió en todas las casas de La Paz, acentuando el color gris que toda la tarde cubrió el cielo del Cesar.

Apoyada en los brazos de su madre y de su amiga, Edelma atravesó el patio y llegó al kiosco; ahí se sentó en una poltrona y habló de sus poemas, de su infancia, de literatura, de su padre Manuel Zapata Olivella, de sus hijos y sus dolores.

La suya ha sido una vida llena de transformaciones, pues a sus siete años su entorno cálido y pueblerino en La Paz fue mudado en uno frío y citadino en la capital del país.

Cambiaron entonces los cuidados de su madre: María Pérez de Canales, nativa de La Paz, por los de una española: Rosa María Bosch, que la cuidó a ella y a su hermana Harlym como hijas propias.

Creció con calor de hogar, con un padre: Manuel Zapata Olivella, que lo daba todo por sus hijas, del que por cuestión de genes Edelma heredó el amor por la lectura y el arte de la creación literaria, inspirada en las escenas cotidianas que veían en su entorno.

Edelma Zapata Pérez.jpg

Esa tarde en el kiosco rememoró los episodios de infancia cuando debían llamarla una y otra vez para que soltara por un momento los libros y se sentara a la mesa a cenar. “Me gustaba leer cuentos; recuerdo que Manuel y María me premiaban, cuando hacía algo muy bien, llevándome a una librería para que escogiera los libros que quisiera”.

En su adolescencia escribía pensamientos en cuadernos, a modo de diario, que se traspapelaron en algún recoveco del tiempo y que aparecieron hace poco, después de la muerte de su padre (2004). Rosa, su madrastra, los había guardado. Fue bonito leerlos, recordar y sorprenderse con su la inspiración pueril.

Al evocar esos momentos, el rostro de Edelma adquiere un brillo especial, sus poros ‘hablan’ de felicidad, de tiempos hermosos, con sueños y libertad.

De pronto el fulgor se va desvaneciendo y en el teatro de los recuerdos entran a escena los inicios de la enfermedad que le robó la autonomía física y hace que hoy no tenga potestad sobre su cuerpo, el cual ha sufrido muchas transformaciones, porque su padecimiento es degenerativo y se hizo presente desde cuando ella tenía sólo quince años.

“No había mucha consciencia de parte mía, todavía era una adolescente; me casé joven, a los 21 años. Cuando nació mi primer hijo se desarrolló la enfermedad, bajaron las defensas y empezaron las deformaciones, los dolores casi todo el tiempo”. De cierta época hacia acá nunca más la abandonaron los dolores.

Algunos días son llevaderos, “como ayer”. Cuando tenía esos días, hace años, Edelma aprovechaba para salir y hasta bailar. Con una sonrisa cuenta que a veces, cuando no podía moverse bien “me soltaba con dos aguardientes y se me olvidaba el dolor”.

“Tengo muchas cirugías encima, cosas con prótesis que ya no han podido volver a funcionar y una enfermedad muy destructiva, muy dolorosa”.

De regreso a la literatura como tópico central regresa también la expresión de regocijo en el rostro de Edelma, que habla de su obra ‘Ritual con mi sombra, poemas inspirados en el dolor de sus ancestros esclavos, en la correspondencia entre la vida y la muerte, entre el ser y la naturaleza.

Habla también de dos obras inéditas: ‘La otra cara de la luna’, en la que invita a imaginar, a crear, a viajar al interior, a esa parte que no se ve, que está detrás y en la que se captan muchos rasgos de ella misma; y ‘Rumores de melancolía’ que contiene un ciclo de poemas a los secuestrados y habla de temas sociales que de alguna manera la ‘tocan’.

“Hace rato que no escribo”, dice y se lamenta de que por primera vez la enfermedad la ha separado de la creación.

Ya es bien entrada la noche y de nuevo Edelma regresa a la mecedora del pasillo, apoyada en su madre, quien le acaricia las mejillas y le dice: “ya, mi amor”.

“MIENTRAS AGONIZO”

“Huyéndole al dolor y después de haber bañado de lágrimas la almohada, me he levantado. He prendido la com-putadora y aquí estoy: los que vamos a morir pedimos nuestro derecho a hablar y a ser escuchados”.

Fue una madrugada de febrero pasado. Edelma estaba agotada y adolorida, no sólo en su cuerpo sino en su esencia de ser humano al que se le vulneran sus derechos, que experimentan la sensación de estar sentenciados a desaparecer. 

Hizo un escrito que tituló ‘Mientras agonizo’, en el cual habló acerca de sus luchas como paciente (de la Nueva EPS) para acceder a los medicamentos, en tiempos tan cruciales como estos, de reformas a la salud y de ‘paseos de la muerte’.

Debido a la reforma, durante el segundo semestre del año pasado no recibió los medicamentos esenciales para sobrellevar sus padecimientos “y este año todavía estoy en la tarea de conseguir una cita… Mi estado físico y emocional se ha deteriorado rápidamente por esta abstinencia de droga obligatoria”, escribió.

A este panorama gris se suma la fría atención médica. “El médico dedica a cada paciente cinco minutos y apenas tiene el tiempo de escribir como un autómata la fórmula, mientras de vez en cuando, alza sus ojos cansados y te echa una miradita por sobre la computadora; no pone un dedo encima del paciente, no hay tiempo”.

ORGULLOSA DE SU PADRE

“Yo sí me siento verdaderamente orgullosa de mi padre”. El orgullo se le nota y no es para menos, pues el nombre de Manuel Zapata Olivella está escrito en la historia del país como uno de los grandes pioneros de la cultura popular y de la identidad.

En 1975, Edelma acompañó a su padre en una investigación sobre tradición oral, en la que recogieron abundante información oral sobre leyendas, cuentos, tradiciones; “un archivo como de unas mil horas de grabación sobre tradición oral en analfabetos e iletrados mayores de 80 años. En el año 72, un archivo de una importancia porque todos esos ancianos se mueren y su conocimiento se va con ellos”, dice Edelma.

Durante casi 20 años Edelma Zapata se dedicó a la investigación de la cultura popular y la tradición oral; tuvo dos programas en la radio nacional, el cual alimentaba con la información que había recopilado con su padre.

“Venimos de una raza guerrera”, dice, mientras recuerda la sentencia de su padre: pronto van a salir los grandes guerreros negros, van a estar en las más altas cumbres de las áreas disciplinarias “y fíjate que a cinco años de su muerte eso es una realidad”.

Manuel Zapata Olivella nació en Lorica, Córdoba, en 1920 y murió en Bogotá en el 2004.
 
9 cirugías le han practicado a Edelma, entre las que se cuentan reemplazo de caderas, columna, rodillas, cervicales y dedos de los pies en forma de gatillo. Aún le faltan cinco, entre estas: manos, pies y de nuevo la columna… “”pero yo creo que hasta aquí me trajo el río porque también la vida de los hospitales es muy triste”.

2 hijos tiene Edelma Zapata: Karib (abogado), nombre con el que su abuelo quiso rendir homenaje al Caribe, lo que materializó con una ceremonia simbólica de un bautismo africano; y Manuela del Mar (socióloga), cuyo nombre rinde homenaje a su abuelo y a una relación misteriosa con el mar.

¿Sabía usted que…

pese al padecimiento crítico que viven los pa-cientes con artritis reumatoidea, ésta no es considerada una enfermedad catastrófica?

Esta mujer es una guerrera que por 41 años ha luchado no sólo contra una enfermedad crónica, sino con las dificultades para acceder a la atención médica y a los medicamentos.

Hace ya varios meses, Edelma dejó el frío capitalino y se sumergió en el entorno de su infancia, en los cuidados de su madre María Pérez de Canales, en la casona de amplios pasillos y un hermoso jardín, en La Paz, Cesar.

(Las dos primeras fotos son de María Ruth Mosquera, a quien agradecemos la cortesía)

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La Fundación Color de Colombia fue creada en 2006. Nuestra misión es promover el progreso, el reconocimiento y la integración de la población negra o afro en la sociedad y el desarrollo sostenible. *No estamos repitiendo el discurso convencional sobre la cuestión afro ni haciendo lo mismo.

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Reconocimiento a un melómano que acaba de fallecer y que cultivó la melomanía en miles de clientes. Además. reflexiones en torno a un concierto bastante raro, el de Carlos Santana y la Fania. 

 

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En la noche de ayer, domingo, falleció de un infarto Saúl Álvarez, el fundador de la tienda La Musiteca, ubicada en el paseo comercial de la calle 19 con carrera 8, en Bogotá. Ese local fue el precursor de toda la ola de vendedores de música de la zona. Su negocio estuvo ubicado primero en una de las casetas metálicas que quedaban sobre la calle 19.

 

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Recuerdo que cuando yo era niño, iba casi todos los domingos al mercado de las pulgas que en ese entonces era por la carrera tercera. Y si estaban abiertas las casetas de discos, era el momento de bajar y mirar esas rarezas que a uno de niño lo dejan marcado para siempre.

 

La última vez que estuve, hace no más de dos meses, le compré el disco de Hercules & Love Affair, y el Dig Lazarus Dig!!! de Nick Cave. De paso le eché ojo a la hermosa caja que tenía de los Talking Heads, prometiéndome que un día de estos volvía a la tienda a comprarla... Qué impresión tan tenaz saber que si vuelvo, Saúl ya no va a estar ahí.

 

Hoy me enteré del deceso a través de José Plata, locutor de Radiónica, y luego lo confirmó por Facebook otro coleccionista, Mario Jursich. En su proyecto Musicpimp, Alejandro Marín también recuerda los últimos discos que le compró... ¿Cuáles le compraron ustedes?

 

Vive.in publicó en alguna ocasión una corta reseña de Musiteca, dentro de su guía de lugares interesantes de Bogotá. Allí aparece la imagen de Saúl, sosteniendo una de sus joyas de colección.

 

La pérdida de Saúl Álvarez es un golpe certero en la cultura del melómano que creció haciéndole encargos a este rebuscador consumado. Era demasiado raro que no pudiera conseguir algún encargo caprichoso de esos que a uno se le venían repentimanente a la cabeza.

 

Para quienes estén interesados en acompañarlo en la velación, supe que será a partir de esta tarde en la Funeraria Gaviria de la 13 con 42.

 

Paz en su tumba. Sea momento para despedirlo con una buena canción: 'Phoenix', de Wishbone Ash.

 

 

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¿Qué pasó con la Fania?

 

El pasado concierto conjunto de la Fania All Stars y Carlos Santana estuvo lleno de matices que harán de la noche del jueves 12 de marzo de 2009 una experiencia inolvidable. Sobre todo porque, pese a que fue un gran concierto con más de cinco horas de música, fue también, extrañamente, una gala de confusos errores que dejaron deslucida a una de las agrupaciones más interesantes de la historia de la música popular latina.

 

Empecemos por el final. Empecemos por Carlos Santana... ¡Qué concierto! El tipo le dio gusto a todo el mundo. Para quienes disfrutamos de sus grandes clásicos, no se midió en gastos y tocó 'Oye cómo va', 'Samba pa ti', 'Evil Ways', 'Jingo' y una que me encanta y que no me imaginaba en el repertorio: 'No One To Depend On', que me la canté a grito herido... y en uno de sus "potpurríes", metió 'A Love Supreme', un fragmento de la pieza de jazz de John Coltrane que Santana tocó con John McLaughlin en el disco 'Love Devotion Surrender', en su etapa más experimental y espiritual al 100%... cosa rara, definitivamente. Supongo, específicamente por ese fragmento, que es un concierto diseñado para gustarle también a los fanáticos que extrañan a ese Santana salvaje.

 

 

Yo sentía que me había desconectado de la música del guitarrista mexicano desde hace mucho tiempo, porque no me he sentido nunca identificado con la onda que se produjo del álbum 'Supernatural' para acá. De hecho, su música de los noventa también me parecía muy aburrida. Yo soy seguidor del Santana que comenzó en el 'Live At Fillmore' en 1968 (antes de Woodstock) y que llega al 'Inner Secrets' de 1978; luego le reconozco su importancia por 'Blues for Salvador' (1987) y me encantó el 'Santana Brothers' (1994). Pero de resto, no me gustó nada mas.

 

Y coincido con algunas teorías que dicen que Santana tenía un talento que se desarrolló hasta un punto máximo y ahí comenzó a repetir la fórmula, años tras año. Cuando ya parecía no tener más ideas nuevas, y ya invadido por una espiritualidad acaramelada que alteró su visión musical con una mística de la paz y el amor al extremo, salió con los duetos al estilo 'Supernatural', a promocionar nuevos talentos como la carrera en solitario de Rob Thomas, etc etc etc.

 

Pues bien, quienes nos creemos tan críticos con Santana desfallecimos en el concierto del pasado jueves. Si bien, el guitarrista tiene una sola fórmula para hacer todo lo que hace, lo hace de manera genial. Vale que se repita, vale que se desvíe, vale que no tenga ideas muy novedosas... las que ya tuvo hacen historia.

 

Y ahora trajo consigo a una banda interesante, con dos cantantes de perfiles interesantes, con los que grabó recientemente el álbum 'Multidimensional Warrior', reinterpretando todos sus éxitos. Un espectáculo muy sólido.

 

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Tan sólido, que aún hasta hoy me pregunto por qué los organizadores pensaron que podían integrar los dos espectáculos, el de Santana con el de la Fania... ¡Son completamente diferentes! Y si Santana traía una planificación, es respetable porque tenía ganas de tocar durante tres horas (y por eso llegó a las 12 de la noche tocando). La última vez que estuvo en Colombia, fue espectacular pero fue tratado casi como un artista de apertura frente a Soda Stereo. Esta vez quería vengarse y por eso jugó con el público a "¿Se quieren ir a dormir ya?"...

 

En la foto de la derecha, Ismael Miranda.

 

Si el mánager de Santana fue el que ordenó que sacaran a la Fania del escenario alrededor de las 9:05 p.m., eso sí está muy mal. Especialmente porque la anterior fue posiblemente la última oportunidad de ver a todo este combo de estrellas reunido. Será seguramente el último concierto de Ismael Quintana en Colombia. Y además junto a Cheo Feliciano y Johnny Pacheco, quienes tampoco pueden esconder el peso de los años, y Adalberto Santiago, Ismael 'niño bonito' Miranda y Andy Montañez.

 

Pretendían quienes juntaron a todos estos artistas que se iba a resolver una diferencia histórica en Bogotá, como homenaje al fallecido Ralph Mercado. Creían que Santana se iba a unir a la Fania, posiblemente a tocar 'El ratón' o 'Oye cómo va' en homenaje al hombre que precisamente intentó comprar a Carlos Santana hace más de 30 años, cuando le ofreció un cheque en blanco firmado, como comprando su voluntad. Fue en ese entonces que, como Santana rechazó la jugosa oferta, entonces su hermano Jorge Santana, el 'malo' (por el nombre de su banda, porque es buenísimo guitarrista) aceptó la propuesta y surgió la grabación de 'El ratón' que veíamos en el post de ayer.

 

A las 9:00 p.m. fue el turno de Richie Ray y Bobby Cruz tocando con la Fania. Salieron a tocar el 'Jala jala'. Papo Lucca le dio paso a Richie en los teclados para llegar al sonido bestial. Pero por sonido bestial, todos entendíamos otra cosa: Cada viento iba por su lado, los trombones nunca se entendieron. La voz de Bobby fue sepultada por una interferencia, piano y vientos iban a ritmos distintos, como si no tuvieran retornos. Aldredo de la Fe miraba a sus compañeros descompuesto, como si pudiera arreglar algo en el camino pedregoso hasta la primera nota. Impresionante. Recuerdo a un amigo melómano agarrándose la cabeza, sin entender por qué sonaba todo tan mal. Ninguno de nosotros entendió.

 

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Papo Lucca, Bobby Valentín y Alfredo de la Fe, desconcertados durante el concierto de la Fania.

 

Lo que pasó con la Fania fue vergonzoso. Y fue una culpa compartida, entre quienes forzaron el show y los mismos protagonistas, el grupo: una demorada salida al escenario en la que ni los presentadores del show sabían qué era lo que estaba pasando; partituras extraviadas y instrumentos desencajados, cantantes que aparecieron con la ropa con la que estaban ensayando porque nunca les llegaron los vestidos. Roberto Roena haciendo muecas de que le llevaran algo que nadie entendía bien qué era. Canciones que comenzaban y a los 20 segundos debían detener, porque iban en un tono diferente. En fin, un completo desorden.

 

Si bien cada miembro de la Fania merece todo el respeto que se han ganado a través de la historia, era importante que un concierto de este envergadura estuviera muy bien preparado. Para muchos colombianos, fue el concierto de despedida, y esa no era la imagen adecuada para cerrar.

 

Ojalá vuelvan todos juntos para un concierto exclusivo para ellos. Ojalá que así sea. 

 

Suerte y pulso.

 

 

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